viernes, 18 de noviembre de 2011

Diario de viaje - EEUU (día 6.1)


Día 6: Hershey Park (parte 1)

Hacía ya bastante tiempo que no rescataba el viaje del RollerCoaster Team y las peripecias por tierras americanas que nos llevaron a visitar alguno de los parques más grandes de EEUU. Por si os hace falta un poco de refresco de memoria, os facilito una rápida lista desde donde podréis acceder a todos los episodios que hasta ahora he narrado:
En el último episodio de la saga descubrimos la última jornada (de 3 en total) en SixFlags Great Adventure, todo un reto para comenzar viaje y una motivación para hacernos ver que la ruta no sería fácil, pero tampoco aburrida.

Dejamos atrás New Jersey para iniciar una larga ruta de casi 200 kilómetros adentrándonos en un estado diferente: Pennsylvania, la cuna de muchas de las grandes batallas de la historia del país y lugar de contrastes, verdes valles, carreteras pobladas de frondosos bosques y, a 117 millas de distancia, uno de los parques más variados y completos que he podido pisar jamás, del cual hoy en Bloggercoaster os narraré una primera parte: Hershey Park.

El privilegio nocturno

Salimos bastante puntuales de SixFlags Great Adventure, sabíamos que aunque el trayecto que debíamos cubrir no nos llevaría mucho más de tres horas posiblemente se alargaría en busca del punto exacto donde se encuentra Hershey Park.

También sabíamos que teníamos una hora límite, ya que con la adquisición de las entradas a Hershey Park por Internet podíamos disfrutar de un privilegio único y realmente exótico en tierras europeas: el parque nos dejaba entrar a última hora de manera gratuita para disfrutar durante una hora de sus instalaciones a cambio de mostrar nuestras entradas compradas por Internet.

La atenta mirada de la estatua de Milton Snavely Hershey nos observa en la oscura noche

Prestos y sin pausa llegamos tarde a Hershey, aunque mereció mucho la pena el último cuarto de hora de trayecto, cuando sabíamos que teníamos el parque cerca, la noche se mecía sobre los últimos rayos de luz del día y empezamos a contemplar un fenómeno muy raro o inexistente en España: los campos empezaban a llenarse de luciérnagas por doquier, pequeños puntitos brillantes en la lejanía (y también cerca). El aire desprendía una ambientación mágica, ideal para llegar a las puertas de la factoría Hershey.

Y así fue, aparcamos rápidamente (parking gratuito también esa noche) y a trompicones nos dirigimos por un oscuro parque, iluminado estratégicamente para apenas ver el camino y rodeados de sonidos de coaster alrededor nuestro. A lo lejos vimos un drop y, sin pensárnoslo dos veces, sin tener ni siquiera un mapa donde mirar, todos decidimos por consenso ir en esa dirección. Esa línea naranja nos era familiar: Fahrenheit nos llamaba.

Ya os expliqué hace también unos meses qué tal es la experiencia en Fahrenheit, la flecha naranja de elementos caprichosos. Pero lo más genial de toda la jornada fue montar en ella de noche. Con apenas iluminación en el lift y poco más, sentirse como un pelele, sin saber hacia dónde va el próximo elemento, iluminados apenas por las luces del parque. No es quizás la mejor manera de probar por primera vez un credit de estas dimensiones, pero sin duda, al salir de la coaster, el cuerpo se queda exhausto, como si hubiera montado 20 veces seguidas, sin apenas respiración.

Un precioso layout, una preciosa elección de pintura y una preciosa iluminación. Adorable.

Y así, a toda prisa, decidimos probar suerte con otro credit más. La esencia Intamin corría por nuestras venas y nos sentíamos valientes, con ganas de probar emociones realmente fuertes. Se sentían chillidos en la lejanía y un inequívoco sonido de aceleración extrema: Storm Runner reclamaba nuestra presencia.

La probamos hasta en 3 ocasiones diferentes, aprovechando el tirón de que a última hora de la noche el attendance llega a mínimos y se puede montar y remontar sin miedo a que te digan que no. Y el vapuleo constante de los elementos totalmente desconocidos, sin orden, sin suavidad, la velocidad, el aire, la oscuridad de la zona (mucho más oscura que Fahrenheit y con tramos a través del negro bosque), todo ello hizo que la experiencia fuese, cuanto menos, desconcertante.

Una hora que nos sabía a tres o cuatro en la que, satisfechos, decidimos retirarnos hacia el coche. Si la estrategia de Hershey Park era incentivar nuestra visita para el día siguiente enhorabuena, lo habían conseguido, nos habían dejado con todo un cucharón de miel en los labios.

El resto de la jornada, pese a que con el tiempo los problemas se olvidan, fue bastante desastrosa. El hotel que teníamos para esa noche (y para la siguiente también) nos hizo una mala jugada y nos dejó en la calle a nosotros y a unas 8 familias más, por lo que gracias a la inestimable ayuda de una señora, experta en hostelería regional, y a la fuerza de quien quiere una cama y una habitación para descansar, tarde, muy tarde, tuvimos habitaciones suficientes en otro hotel, a unas cuantas millas de distancia.

Creo que el hecho de estar tan cansados hizo que olvidásemos deprisa el incidente y nos dispusiéramos a descansar para el día siguiente poder catar en profundidad lo que habíamos podido disfrutar en tan sólo una pequeña porción de tiempo. Hershey Park no era un parque de broma, al contrario, iba a convertirse en una experiencia completísima al día siguiente.

Algo te dice que este parque no es normal...

Es una vocecilla que se repite constantemente desde que accedes a él hasta que sales, entristecido, por sus arcos en la negra noche. Pero no voy a adelantar hechos y voy a ir paso a paso.

La mañana pintaba perfecta, después de una noche lloviendo y temiendo lo peor (lluvias, viento o cualquier inclemencia meteorológica adversa) abríamos las ventanas y un genuino paisaje nos saludaba y nos daba los buenos días, junto a los primeros rayos del ansiado sol:

A través del puente de la derecha cruzaron varios ferrocarriles enormes de mercaderias

Efectivamente, el hotel se encontraba en un núcleo de población cercano a un gran río y justo al lado de unos puentes alargados que servían de paso para trenes y carreteras. Primera hora de la mañana, higiene obligatoria y visita al buffet, esta vez amplio y repleto de comida de la que, como podréis ver, hicimos un buen acopio:


Preparados con nuestras bolsas riñoneras y mochilas, dispuestos a afrontar la jornada, subimos al coche y recorrimos la distancia que nos separaba del parque. Nos costó quizás más de lo deseado llegar, pero finalmente nos plantamos a las puertas de Hershey Park, previo pago del parking (del que no nos salvó la compra de entradas por Internet, esta vez).

Fumados los últimos cigarros (por parte de los fumadores del grupo) nos dispusimos a acercarnos a la entrada para comprobar, horrorizados, que la cantidad de gente que se agolpaba en forma de enorme cola era ya muy significativa. Mala señal, ¿nos habría tocado un día de alto attendance? Por suerte abrieron puertas y rápidamente la cola disminuyó, se acortó y finalmente, en menos de 10 minutos, accedimos al parque (no sin antes pasar por delante de una simpática banda de dixieland):


La entrada de este parque es muy, muy familiar. Tiene un aire europeo, con casas de ladrillos, techos altos y de paja oscura, manchada con arboledas y rincones de sombra, fuentes, carteles y jardines repletos de hermosas y vistosas flores. Llegar a este punto no difiere mucho de la sensación que tiene uno al entrar en Alton Towers o en Europa Park: sentirse como en casa.


Al llegar nos saluda, altiva, la estatua del muy honorable Milton Snavely Hershey, mito y fundador de absolutamente todo lo que rodea esta región. Él fue el visionario que en 1894 decidió construir en las praderas y valles del lugar la mayor factoría de chocolate de Estados Unidos. Y no contento con ello, alrededor de la factoría fundó una enorme ciudad que hoy día recoge directamente el apellido del fundador. Y no contento con esto, finalmente, Mr. Hershey decidió montar el parque de atracciones más grande de la región, bautizándolo con su propio apellido y asentando las bases, las raíces, de lo que se nos extendía ante nosotros, Hershey Park:


En esta zona encontramos también lo más tradicional del parque, algunas de las rides más antiguas, todas ellas conservadas hasta nuestros días, junto con un enorme y precioso carrousel podemos montar en multitud de spin-rides con decenas de años.

En PortAventura se promociona Seat. En Hershey Park un enorme Mustang.

Ahora sí, mapa en mano, decidimos hacer la primera asamblea de grupo para organizar un poco el trayecto durante las siguientes horas. El parque en este punto se divide en lo que, aparentemente, es un recorrido cíclico, por lo que únicamente se puede ir hacia la izquierda (Fahrenheit, Wildcat, The Boardwalk, etc.) o hacia la derecha (Comet, Great Bear, Superdooperlooper, etc.).

Un mundo de soportes de locura

Como la carne es débil y el día anterior habíamos podido probar ya las dos Intamin existentes en el parque, decidimos girar a la derecha para poder probar un buen filete, una B&M invertida con todas las de la ley, no sin antes pasar por un maravilloso paseo repleto de detalles para el visitante: pequeños puestos de caramelos o batidos, un telesilla atravesando una gran zona de río, la woodie nostálgica de Comet y, al fondo, nuestro querido y ansiado objetivo: Great Bear.


Habíamos podido ver esta coaster en fotografías y videos... ¿qué se yo? ¿Veinte?¿Treinta?¿Cien veces?. Daba igual. Se mostraba enorme, singular, mastodóntica y, sobretodo, un enorme campo de concentración de soportes de todo tipo, para hacer las delicias de cualquier amante de la ingeniería, la física o la arquitectura.


Como rápidamente coincidimos, Great Bear no destaca por ser una gran coaster en cuanto a layout y sensaciones, es más bien prototípica (loop, dive loop, zero-g y todo lo demás), pero es ese espíritu que desprende, esa esencia de ser construida bajo cualquier pretexto, esa inmensidad de soportes inabarcables entre dos personas cogidas de las manos, es todo un manojo de ingredientes que hace que el corazón te palpite incluso después de haberla montado.

Decenas de metros sobre nuestras cabezas, un drop genialmente diseñado, obra de B&M.

Algún día la analizaré con calma en Bloggercoaster, pero sólo os puedo decir que merece mucho la pena montarla en primera fila, que el resto pueden estar bien también, pero no nos engañemos, si hay una invertida de B&M donde las emociones se viven a tope en first row, esa es Great Bear.

Un pequeño apunte: incluso en el photoride se sale de las normas este credit, pues no hace las fotos de 2 en 2, sino de fila en fila, por lo que si vais en grupo es una oportunidad excelente para sacar una buena foto grupal montados en una gran coaster de B&M.

Convencidos y satisfechos por la sencillez, pero la singularidad de Great Bear, decidimos aprovechar la proximidad para completar otro de esos credits con aroma a años y cierta nostalgia a época dorada. Se trataba de Sooperdooperlooper que, tan surrealista como su propio nombre indica, integra un looping totalmente circular tras su first drop, marca de Schwarzkopf.

El loop de Sooperdooperlooper rodea por completo un tramo de la propia coaster.

La gran particularidad de este credit, aparte de contener un layout totalmente personalizado y entrelazado con el de Great Bear y el del flume Coal Cracker, es el hecho de que, como toda buena Schwarzkopf que se precie, carece de arneses de hombro y todo se reduce a una simple lapbar. Y cuando digo que lo único que te sujeta al asiento es una barra de cintura, es que lo único que te sujeta al asiento es una barra de cintura:


Sin duda Anton Schwarzkopf ya sabía a qué jugaba cuando plantaba, mágicamente, proyectos por todo lo largo y ancho del mundo repletos de apuestas arriesgadas como esta. Y es que una vez montas en este credit (y como recientemente también me pasó en Nessie Superrollercoaster) ves totalmente absurdo el uso de arneses y sobre-protecciones que no hacen más que reducir esa bonita sensación de volar y de estar realizando realmente una inversión. En este tipo de coasters es donde realmente se puede experimentar lo más próximo a la moda de estos últimos años: la supresión total de los arneses de hombro que, todavía, experimentan y de manera muy injusta empresas de la talla de B&M o Intamin.

Satisfechos, repletos de emoción y con mucho entusiasmo encaramos todo el día que se abría ante nuestras narices. Aprovechamos para montar un par de ciclos más de Great Bear y ver que el attendance durante el resto del día sería más bien bajo, permitiéndonos disfrutar de un parque que apenas acabábamos de conocer pero ya adorábamos por sus credits.

Esencia woodie elevada al máximo

Es el sentimiento que tuvimos, casi al momento, los 4 componentes del grupo. Sabíamos que el parque guardaba 4 woodies en su haber (si contamos Lightning Racer como dos) y tres de ellas son de GCI, por lo que decidimos abandonar la parte más cercana a la entrada y adentrarnos de lleno en el interior del larguísimo parque.

Con la primera que nos volvimos a cruzar fue con Fahrenheit, que esta vez nos saludaba bajo un azul radiante y, para devolverle tan tamaño favor, decidimos volverla a montar para experimentar lo mismo de la noche anterior, pero esta vez a plena luz del día.


Sin alargarme más, la experiencia fue totalmente plena, llegando a posicionarse muy bien en el ranking personal de cada uno y apurando más, si cabe, la cantidad de pros y contras de este credit tan particular. Los pros están claros: adrenalina a tope, generosa cantidad de elementos variados o únicos, velocidad bien medida, peraltes made in Intamin y la perfección de un layout arriesgado pero válido al máximo. Los contras, que también los hay, quedaron esta vez en nuestra memoria grabados: excesiva vibración en el cobra-roll (de principio a fin) y, de nuevo, el uso abusivo de los over-the-shoulder-harnesses, una tortura poco comprendida en el mundillo de los entusiastas pero que, para bien o para mal, mientras Intamin no encuentre solución posible, deberemos sufrir durante años y años.


Satisfechos de nuevo, salimos en busca de nuevos credits y recorrimos los extensos jardines y paseos que rodean la zona central del parque. En este punto debo declarar, sobretodo para todos aquellos y aquellas fans del RollerCoaster Tycoon que Hershey Park es, sin duda, el prototipo de parque perfecto para este juego. De hecho hay muchos tramos que parecen especialmente diseñados con el sandbox del juego y este punto es uno de ellos. Fijaos solamente en la distribución de los bancos, los senderos, las tiendas, los árboles y la jardinería. Veo cuadritos por todas partes...

-10€, -10€, -10€, -15€, -15€, -35€, ....

Después de un buen paseo llegábamos a la parte más alejada de la entrada, la parte trasera que llamaremos a partir de ahora el "rincón woodie". En este punto a la izquierda se eleva decenas de metros por encima de nuestras cabezas Wildcat, la primera GCI que se construyó y también la primera que empezó a experimentar la esencia GCI aunque, como vamos a ver, de una manera terriblemente primitiva.

¿Es mala? Sí, demasiado. No nos engañemos, en este punto el antifaz "made in GCI" no cumple su función y, para qué decorar lo indecoroso, esta coaster es una auténtica chapuza. No estructural, eso sí, con unos soportes y una intersección de elementos muy digna, sino más bien resolutiva. Ni los trenes, ni las vías, ni los peraltes, ni mucho menos las velocidades están bajo control, dando como resultado la sensación de que constantemente estamos desbocados, sin control.


Esa magia que desprenden las nuevas GCI donde parece que metro a metro alguien ya sabía que sentiríamos esos cosquilleos en la barriga, ese buen saber hacer desaparece por completo, convirtiéndose en un ir y venir de peraltes sin razón, de golpes de lado a lado, de vibraciones dolorosas y de trompicones uno tras otro. Desde prácticamente el first drop (curvado y peraltado, la primera marca de la casa) uno ya intuye que el resto del layout va a ser demasiado agresivo como para poderlo soportar.


En este punto, justo antes de riddear Wildcat, el grupo se dividió en la mitad fumadores y la mitad no-fumadores, por lo que los fumadores decidieron dar rienda suelta a sus placeres viciosos y Raúl y un servidor decidimos, como os he relatado, montar la tortura de madera llamada Wildcat.

Salidos de Wildcat decidimos probar una de esas rides bizarras que se le quedan a uno clavadas en mente durante años y años y que sólo visitando un parque de este tipo puede hacer realidad: Merry Derry Deep Fun Slides:


Es lo que veis, nada más. Unos simples toboganes en forma de pistas blandas (como en los parques acuáticos). En la base adquieres una especie de saco de color marrón y cuando llegas arriba del todo, previo paso por una estrechísima escalinata metálica, te sientas en el borde del circuito y sobre tu saco y te deslizas suavemente, a merced de la velocidad que el peso de tu cuerpo dictamine que debes llevar (que en el caso de Raúl y mía, como comprenderéis, era bastante alta). El resultado es un par de buenas risas y, sobretodo, el transportarse a la época donde este tipo de rides copaban absolutamente todas las novedades de parques y ferias locales.


Eliminado ya el filtro de nostalgia (aunque no del todo, ya veréis), nos volvimos a reunir todo el grupo y decidimos cambiar de aspecto para enfundarnos el uniforme de trabajo clásico del RollerCoaster Team: tocaba riddear un credit a destajo. La víctima elegida para esta ocasión fue Wild Mouse (no confundir con la woodie anteriormente mencionada), que como su propio nombre indica es una coaster wild mouse archiconocida y sin más diferencias con el resto de wild mouses del mundo que absolutamente 0, cero. Una más entre un montón, aunque sorprendentemente para Raúl era su primer espécimen de este tipo que sufría en sus propias carnes.

Algo doloridos por la tortura de curvas cerradas y drops infernales de este credit, decidimos continuar, a sabiendas de la proximidad de la que se convertiría en la auténtica joya del parque: Lightning Racer. Pero antes de llegar aquí voy a comentar algunos aspectos más sobre esta zona.


Amigos y amigas de Bloggercoaster, si hay un punto en Hershey Park donde, de repente, pensemos en posibles ampliaciones o añadidos de coasters futuras, ese punto es este, el rincón woodie. En una superficie de... qué se yo... 300 x 300 metros, no encontramos más que una extensión de terreno enorme cubierta de enormes senderos de cemento (debidamente urbanizados con papeleras, bancos, jardineras, etc.) y una exquisita selección de edificaciones de madera que, en su interior, esconden rides de otra época o que, sencillamente, acumulan nada de colas.

Señoras y señores, el rincón woodie al completo, viales tamaño Terra Mítica inclusive.

Es el caso de Music Express, una vieja conocida de los que ya hemos pateado un buen número de parques con cierta antigüedad y que algunos de vosotros reconoceréis posiblemente por haberla montado en Parque de Atracciones de Zaragoza (creo que bajo el nombre de Amor Express) o en una versión altamente mejorada en PortAventura bajo el nombre de Yucatán.


Desgraciadamente no hubo lugar para una cata de Music Express en esta jornada y nos quedamos sin poderla riddear y experimentar sus ¿fuertes? sensaciones. Un minuto de silencio.

Justo enfrente de Music Express y delimitando un poco la zona del rincón woodie, nos topamos con uno de los elementos de altura más reconocibles de la zona: Ferris Wheel.


Con unos, calculo, 25 metros de altura, esta preciosa y muy bien conservada noria nos puede ofrecer unas vistas envidiables de la zona que, por desgracia, no pude probar ya que nos quedamos absolutamente cortos de tiempo. Pero me hubiera gustado montar en ella, desde luego, sobretodo por las maravillosas y privilegiadas vistas que ofrecería de Wildcat o Lightning Racer.

Y ahora sí, por fin, después de esta enorme pausa descriptiva del parque, toca hablar de la auténtica sensación del día, el credit que nos trastocó una, tras otra, tras otra vez (hasta un buen número de veces, creedme), la enorme, la inimitable, la genuina Lightning Racer:


Una auténtica maravilla de GCI, la protagonista bella y delicada frente a la antagonista salvaje y desproporcionada (Wildcat). La antítesis del dolor y el aburrimiento, el remedio a cualquier tipo de rencor hacia las woodies. Una auténtica cura para todos aquellos y aquellas que penséis que nada os puede ofrecer más intensidad que una coaster de acero.

En esencia hablamos de una dueling racer woodie (ya que los trenes salen a la vez los dos de la estación) y que en esta esquina lejana del parque extiende una auténtica maraña de raíles, soportes, curvas y cruces que hacen prácticamente imposible adivinar cuál será el layout que seguiremos desde un buen principio.


El acceso a la estación se hace por la parte baja hacia una pasarela central que luego se divide en cada lateral para elegir entre Lightning (cuyo tren se representa en colores rojos vivos) y Thunder (que en este caso son de tonalidad verde oscuro). Tras montar en los trenes Millenium Flyers y probar la comodidad de los mismos, bajamos las lapbars y ¡a disfrutar!


Tras un lift rápido y animado (los viajeros de un tren estarán un par de metros por encima de los viajeros del otro tren o viceversa) empieza la auténtica orgía de layouts. Un drop abrupto y duro, curvas con airtime exagerado, velocidad endiablada, curvas peraltadas extremas, nos volvemos a juntar, photoride bajo zona cubierta con airtime (muy puñetero por cierto), baño de velocidad con airtimes generosos, cambios de sentido y de peralte rápidos, cruce de vías una y otra vez (la ya clásica trenza GCI que se puede experimentar también en Joris en de Draak) y una impresionante carrera final que nos posicionará, dependiendo del tren que hayamos elegido, como ganadores o como perdedores. Creo que en este caso una imagen vale más que mil palabras:


Esencia dueling racer total, sin más. No me podrán vender ninguna otra racer sin antes compararla, inevitablemente, con Lightning Racer. Y lo mejor de todo es que el día que estuvimos en Hershey Park y como ya os he dicho el attendance era bajo, realmente bajo, pudiendo repetir tantas veces como quisimos y, lo mejor, sin ni siquiera salir de la estación. Era llegar, bajar y elegir una nueva fila:

¿He mencionado ya que el attendance de la dueling racer woodie fue este TODO el día?

De la tosca madera a la fresca agua

Así es, dimos un cambio radical al sentido de nuestra visita a partir de este punto y es que Hershey Park, en una de las centenares de peculiaridades que guarda, tiene en medio del parque y ocupando una muy respetable extensión de terreno, toda un área acuática repleta de rides, toboganes, pasarelas y chorros de agua ocultos. El concepto no es nada nuevo para los que hayan pisado ya un parque acuático con anterioridad (aunque en este caso las medidas del castillo principal eran realmente estremecedoras), pero lo que realmente sorprende de The Boardwalk (como se llama esta zona) es el hecho de poder acceder sin pagar absolutamente ni un euro más.


No hay taquillas, no hay tornos de acceso. Únicamente debemos pasar por un edificio que alberga vestuarios y lavabos para, una vez puesto nuestro bañador, disfrutar de las ventajas de refrescarse o tomar el sol con la presencia de una dueling racer woodie a tan solo 10 metros de nosotros, pasando a toda velocidad.

Y llegados y llegadas a este punto os preguntaréis ¿se aventuró el RollerCoaster Team a adentrarse en este enorme patio de juegos acuáticos con toboganes ProSlide incluidos? La respuesta, desgraciadamente de nuevo, es NO.

Hershey Park guarda entre sus sorpresas este tobogán de simulación de surf.

¡Pero no porque no quisiéramos, cuidado! El problema es que teníamos por delante todavía media docena larga de credits y debíamos ver mucho parque, además de no poseer ninguno de nosotros un bañador para poder acceder a la The Boardwalk. Pero creedme que, de haberlo sabido, habríamos alargado la estancia en Hershey Park y posiblemente se habría catado este lugar.

En la parte más cercana a los límites del parque, en el extremo de The Boardwalk, encontramos otro de esos credits por los que vale la pena lanzarse a la piscina en alguna ocasión. Y esta vez hablo literalmente ya que nos encontrábamos frente a Roller Soaker, o lo que es lo mismo: "arremángate que vas a pillar a pares".

Mucha gente camina bajo Roller Soaker sin saber que van a ser calados de la cabeza a los pies

La esencia de esta coaster es muy sencilla: trenes de 4 plazas (dos front y dos backward) con arnés de cintura, vía superior y estructura de monoraíl suspendido. ¿La gracia? La gracia principal reside en que esta coaster está hecha pura y duramente para mojarte, sin más. Pero no mojarte tipo "quizás se de el caso de que se cruce en mi camino un tímido chorro de agua cristalina". No. En este caso mojarse contiene y abarca todas las letras de la palabra, absolutamente todas, ya que te mojas, te calas, te empapas de arriba a abajo, sin excepción (ya que os recuerdo, estás en todo momento atado al tren mediante una lapbar).

Batallas de cañones de agua junto a la entrada de la coaster...

El recorrido es bastante sencillo y durante el transcurso de los elementos (principalmente curvas abiertas) nos cruzamos con infinidad de elementos que provocarán nuestra humedad repentina: chorros que aparecen de la nada y se elevan 10 metros para llegar a tocarte, salpicaduras que te llegan al paso por zonas rectas o manguerazos que te lanzan, despiadadamente, los visitantes que te enfocan desde abajo con algunos cañones de agua que hay situados en zonas estratégicas.

¿Véis la fuente al final, bajo el raíl? Pues no desaparece cuando pasas.

Pero Roller Soaker guarda un último as en la manga que, con total probabilidad, se trate de una de las armas acuáticas más maquiavélicas jamás ideadas para un parque de atracciones. En los trenes, justo cuando estás en estación, se carga un pequeño depósito superior con agua al cual, mediante un mecanismo simple de manivela, puedes acceder cuando lo prefieras y mojar a quien esté justo debajo del tren. Con simplemente bajar la palanca 20 o 30 litros de agua caerán repentinamente allí donde tú decidas que caigan. Como comprenderéis, buscar visitantes despistados en este punto es deporte nacional (y llegar a alcanzar a alguien es todo un campeonato).


Empapados. No. Empapadísimos, salimos de Roller Soaker, con la seguridad de que no volveríamos a montarla, no por la enorme diversión que aguarda en su interior, sino por la baja capacidad de attendance que, desgraciadamente, tiene. La carga obligatoria de los depósitos de agua y el hecho de que muchos viajeros se tengan que descalzar, hace que los trenes salgan muy lentamente de estación y, por lo tanto, las colas se hagan eternas.

En esta fotografía vemos al detalle el sistema de carga de los depósitos superiores en estación.

No se si a sabiendas de eso o no, pero los responsables del parque decidieron esta primavera dejar aparcadas, a escasos metros de las colas de Roller Soaker, las primeras piezas de soportes de Skyrush, la que posteriormente se descubriría como la doceava coaster de Hershey Park y sí, pudimos ver las piezas:


La comedia acuática no acaba aquí. Como todo gran menú, primero degustamos el aroma de los entrantes, nos comemos un buen plato principal y finalmente llega el postre, que en Hershey Park se llama Tidal Force y que en el mundo real se llama "fría y dolorosa venganza acuática". Pues es eso lo que es Tidal Force, un big splash corriente y moliente (con unas arriesgadas y desafiantes medidas, eso sí) y el añadido de poseer el que posiblemente sea el splash más bestia que haya probado en mi vida.

Aparentemente un big splash más...

Olvidaros de minucias, de bromas o artimañas en forma de salpicadura ligera. Aquí ya hablamos de conceptos totalmente duros que no tardaremos en visionar nada más llegar a la cubierta estación: las barcas llevan unos sospechosos 10 centímetros de agua en su interior. Vamos que vendrían a ser como bañeras sobre raíles... sólo que llenas de agua.

Ya te van avisando en la señalización del suelo.

Descalzados y todavía mojados por el efecto de Roller Soaker, encaramos un largo y prometedor lift que deriva lentamente en una curva panorámica. Durante unos segundos puedes seguir disfrutando de lo que es estar "ligeramente empapado" pues a partir de aquí te codearás directamente con Neptuno y su reino. Tras el drop enorme (aunque previsible, no nos engañemos) viene la auténtica juerga. La barca aterriza ligeramente sobre el agua, frena considerablemente y de pronto vemos ante nosotros un enorme splash de unos 15 metros de altura. Este punto dura apenas milésimas de segundo que parece que las vivas en stop-motion. De repente ves que la barca sigue avanzando algo más deprisa de lo que se eleva el splash. Pasas por debajo de una especie de rejilla de camuflaje (¿?) y, de repente, el mundo desaparece.

Observad el túnel a través del cual pasa la barca a toda velocidad.

Litros y litros de agua caen incesantemente sobre cada uno de los ocupantes de la barca. No os exageraré, es la misma sensación que tirarse a una piscina, sólo que en esta ocasión es la piscina que se lanza contra ti. Sí, creo que esto lo describe con bastante exactitud.

¿El resultado? Diez buenos y agradecidos minutos sentados frente al big splash (en una zona especialmente facilitada para ello), contemplando el sol, debatiendo sobre nuestros destinos en un día tan inmejorable y planificando el resto de la jornada, sobretodo en cuanto a comer se refiere. Pero a eso llegamos justo ahora.

Descanso, rancho y Arrow Dynamics

En este punto del día, empapados y ansiosos por completar la totalidad de credits del parque de Pennsylvania, decidimos sosegarnos un poco, calmar las ansias y empezar a decidir dónde deberíamos comer. En este punto hubo, de nuevo, una división del grupo para permitir a los dos fumadores disfrutar de sus vicios y a los no-fumadores encontrar algún entretenimiento que no comiera mucho tiempo.

Lo malo, llegados a este punto (y me siento en la obligación moral de comentarlo) es que esta zona (comprendida entre Tidal Force y Fahrenheit) guarda una extensa y curiosa colección de flats de diversa índole, pero que justo a la hora de comer, y supongo que por normativa del parque, cierran para ser limpiadas, revisadas y puestas a punto de nuevo. Me imagino que el parque aprovecha esta pausa para evitar el desgaste natural de toda una jornada de ciclos sin parar y así, de rebote, incitar a los visitantes a que pasen por los variados restaurantes que ofrece el recinto.


Raúl y yo fuimos víctimas de este cierre y nos encontramos con que ninguna de las rides que queríamos visitar se encontraba abierta, por lo que ni cortos ni perezosos decidimos arriesgar y visitar Trailblazer, o el ejemplo de una mine train de Arrow que sí borraría del mapa al momento (no como ocurre con la genial El Diablo de PortAventura). La esencia de esta coaster (si tiene esencia, todo sea dicho) es disfrutar de un paisaje y bosques bastante notable. Nada más. Todos aquellos y aquellas que busquéis emociones fuertes, velocidad, intensidad o airtimes alejaos, estáis a tiempo.

La hélice de Trailblazer, quizás lo más destacado de un pobre layout.

Si me queda por remarcar quizás algún minúsculo punto de interés en este credit, ese sería la hélice abierta que precede la llegada a la estación de la coaster. Fuera de este ítem, que no deja de ser una hélice sin más, el resto es totalmente desmontable para pasar a formar parte del legendario cielo de las coasters. Pese a todo, ¡un credit más nunca viene bien!

Lo malo (y aquí mi disculpa pública) fue que montar en Trailblazer nos llevó bastante más rato del que teníamos previsto, por lo que hicimos esperar sin aviso previo a Cirulo y Kivy. Lo dicho, desde aquí mis más sinceras disculpas por un comportamiento que en su momento fue, lo reconozco, desagradable. En cualquier caso, momentos después Cirulo y Kivy cayeron en las garras de Trailblazer, por lo que finalmente pudimos los 4 del grupo experimentar semejante aberración de colores negros y pretensiones inexistentes.

Como dicen que para curar heridas nada mejor que un buen banquete, aprovechamos que estábamos en la zona boscosa de Music Box Way para adentrarnos en un gran auditorio abierto aunque con amplio techo. El concepto de este lugar es parecido al que hemos visto ya en muchos parques, incluso en España: un escenario de dimensiones reducidas alberga un espectáculo de música/danza mientras los espectadores degustan deliciosos manjares apostados sobre enormes bancos de madera al estilo de un picnic. En la parte trasera se encuentra el restaurante que nutre de comida los hambrientos visitantes.

Así pues llegados a este punto decidimos todos llenar el buche de la mejor manera, con una auténtica comida de rancho que, en mi caso, se convirtió en un genuino frankfurt con unas deliciosas patatas fritas caseras tipo deluxe, regado todo ello con una refrescante Pepsi. Incluso se podría decir que la fotografía que os muestro a continuación alimenta por sí sola:


Como último apunte, en el escenario trataban de causar furor un grupo de bailarines y cantantes que, con amenas canciones de folk y country (totalmente desconocidas para nosotros, la verdad). No estuvo nada mal, la verdad es que siempre se agradece que alguien alegre la cantinela cuando se está llenando el estómago con deliciosas patatas americanas.


*****

Si habéis llegado a este punto de la lectura, estad tranquilos y tranquilas, tengo en cuenta que corto totalmente la dinámica de la entrada y no os preocupéis, la semana que viene os procuraré la segunda parte de este detallista relato de nuestra visita a Hershey Park. Como comprenderéis, no puedo condensar mucho más todo lo que vivimos por lo que he preferido distribuirlo en dos partes y así quedará todo mucho más repartido (fotos inclusive).

Imaginad, con el tamaño de esta entrada, lo que queda todavía por relatar. Y es que la jornada de Hershey se exprimió al máximo, desde el primer minuto de nuestra estancia hasta los últimos suspiros del cierre (de hecho, llegamos a la salida acompañados por los trabajadores del parque que también se despedían del mismo hasta el día siguiente).

Sin más, espero que esta entrada os haya gustado, no os olvidéis de dejar vuestras valoraciones y opiniones a partir de aquí en forma de comentarios, estaré eternamente agradecido por cualquier aspecto o pregunta que realicéis ya que, nunca me cansaré de repetirlo: ¡la auténtica esencia de Bloggercoaster sois todos vosotros y vosotras, amigos y amigas!

5 comentarios:

  1. Agh! Me he quedado con ganas de más! Esto es bueno. Grande rememorar, falta subir algún vídeo del gigasplash, calando a todos los presentes. Parte mojada del cuerpo: 100%.

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  2. Una entrada genial, solo pongo un pero, y es que creo que el coche que hay amarillo no es un Mustang, es un Camaro

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  3. Ahí ya me pillas Mario... ponme un tren de coasters y te adivino de quién es, pero ponme un coche y tiro de estereotipos jajaja. Gracias por la puntualización, me alegro de que te haya gustado la entrada ;)

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  4. Hola Jivo se que esta descolocado temporalmente este comentario (pero acabo de empezar a leer tus aventurillas por las américas) y me pica mucho la curiosidad respecto Sooperdooperlooper por lo de una sola barrita te proteja, no da una sensación tremenda de estar en peligro en todo momento???

    Gracias, y no sabes la envidia que me estáis causando con esta review.

    Alejandro.

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    1. Para nada. De momento las 3 multiloopers que he probado de Schwarzkopf tenían la misma protección y me han parecido super seguras. Piensa que quizás esta barrita sea pequeña, pero el tamaño del tren hace que vayas literalmente encajado dentro, por lo que da más sensación de estabilidad que incluso en coasters con arneses de hombros. Me alegro que estés enganchado a este viaje por EEUU y al blog! ;)

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