sábado, 17 de septiembre de 2011

Diario de viaje - EEUU (día 5)

Día 5: SixFlags Great Adventure (parte 3)

En el anterior capítulo de esta saga pudimos ver como visitar un parque de la envergadura de Six Flags Great Adventure en un día de alto attendance puede convertirse en una pesadilla transformada en varias horas de cola para coasters que, después de riddearlas, quizás no merecían semejante cantidad de tiempo o de atención.

En la tercera y última jornada en New Jersey, los objetivos del día eran varios y muy variados: por una parte debía completar la máxima cantidad de coasters y rides junto a Raúl, el último en añadirse al grupo el día anterior y el cual "sólo" pudo disfrutar un par de B&M's y algo nada despreciable como Kingda Ka. Por otra parte debíamos emprender un largo y cansado viaje por la tarde en contrarreloj, con el único objetivo de llegar pronto a Hershey Park, donde disfrutaríamos de un espectacular ERT en el parque (o algo parecido, dejémoslo ahí para la siguiente entrada).

Hoy, en Bloggercoaster, vamos a dar un largo y completo repaso a la exhaustiva jornada que pudimos pasar y que vivimos al máximo. Podríamos decir que este fue el primer día en que el RollerCoaster Team se aplicó al 100% por y para las coasters.

El día iba a ser movidito...

Y es que prácticamente desde que hicimos el check-out en nuestro ya querido Comfort Inn Edison, al que nos habíamos acostumbrado durante tres cargadas noches a dormir totalmente exhaustos y repletos de cansancio, intuimos que esta quinta jornada iba a estar bien cargada de anécdotas, riddeos y una buena cantidad de fotografías (de lo que doy fe con la entrada de hoy, creedme).

La ruta era ya conocida: desayuno potente en el hotel, movimiento en dirección a Jackson, parada para cargar pilas totalmente tomando unos Red Bull (de medio galón, nada de 300 cl.) y llegada al parque a, más o menos, primera hora de la jornada. Este día, sabiendo que iríamos siempre con el tiempo y la hora persiguiéndonos, decidimos hacer todos estos pasos especialmente pronto, por lo que llegamos justo a la hora de apertura al parque y, por lo tanto, nos encontramos con que la única zona abierta era el Main Street, con un enorme cordón de seguridad en Boardwalk (que nos separaba de nuestras primeras y decisivas riddeadas en nuestra ansiada El Toro).


Al cabo de unos 15 minutos eternos de espera, el cordón se abrió y pudimos caminar bastante ligeros en dirección a la mastodóntica coaster. Habíamos visto miles de videos de ella, nos habíamos empapado de ver el point-of-view. Sabíamos anécdotas, datos, fuerzas o sensaciones, incluso conocíamos testigos de contados entusiastas nacionales que la habían podido probar. Pero por fin estábamos ante ella, por fin se nos mostraba en toda su inmensidad la temible, amenazadora y espectacular: El Toro.


Creo que por mucho dato que os aporte, apenas será suficiente para describir, metro a metro, lo que sucede desde que llegas a las inmediaciones de Plaza del Carnaval (la zona que contiene la coaster) hasta que te sientas en uno de los trenes de El Toro. Primero sientes respeto, un respeto brutal por una coaster que obteniendo tan buenos resultados en todo aquél y aquella que la prueba hace que lo único que tengas es cada vez más ganas de acortar la distancia que te separa de la estación de carga.

Una vez atraviesas los desgastados muros de la estación y llegas a línea de carga, el corazón acelerado te pide que montes lo antes posible y una vez tu arnés (lap-bar clásico de Intamin) está asegurado, en lo único que piensas es en el lift que vas a ver tras una ligera curva hacia la izquierda.


Y ahí está. Un lift de 55 imponentes metros de altura que se alza con la custodia, allá al fondo, de la inmensa Kingda Ka (todavía desperezándose a esas horas con los primeros testings del día, vacíos). La velocidad del lift apenas da para que te puedas fijar en tu entorno y recorres tan presto la curva antes del drop que es casi imposible quedarte con una imagen más llamativa. ¿Y el drop? Amigos y amigas... si en alguna ocasión os habéis impresionado con la sensación de choque de Stampida con sus maderas en la zona baja, multiplicadlo por algo más de dos y encontraréis el terror hecho punto de choque.

Airtime inicial enorme, curvas endiabladas, pasos traicioneros por puentes de madera, eternos puntos de choque que ya conocías de los vídeos pero que aquí adquieren dimensiones absolutamente absurdas, airtimes vengativos que te quitan absolutamente toda la respiración y te empujan al vacío justo antes de empezar una sesión de twisties absolutamente locos de izquierda a derecha en repetidas ocasiones y una recta de brakes finales antes de llegar a la curva final que te traslada hasta la estación. Y puede parecer que el layout de El Toro es corto y sí, lo es, pero no lo es porque lo sea físicamente (unos nada despreciables 1340 metros) sino porque el deseo de más y más se acrecenta conforme pasas metros y más metros de este caprichoso a la par de adrenalítico recorrido.

Hablaré de ella probablemente en otra entrada específica, pero sí amigos y amigas, El Toro es, por completo, la experiencia máxima en concepto de coasters woodies. Nada iguala la furia, la delicadeza, la fuerza y la rapidez de esta bestia. Ni siquiera GCI y sus caprichosas formas con airtimes escondidos pueden igualar la sorpresa que te llevas en cada rincón de este credit. Sublime.

Sorprendidos y estupefactos por una sensación tan orgásmica (coasterilmente hablando) y después de montar no más de 3 veces seguidas, decidimos separar nuestras sendas en referencia a las inquietudes que teníamos para recorrer ese día el parque. Marc y Javi decidieron emprender un viaje intenso, recorriendo sus coasters favoritas hasta la extenuación viviendo absolutamente las emociones al límite durante toda la jornada. Raúl y yo decidimos recorrer la totalidad del parque, repasando uno a uno el máximo de credits posibles (que al final del día resultaron ser todos, como ya veréis).

La ruta de los 10 credits... en un día

El Toro ya estaba completada, ya habíamos saboreado suficiente sus sensaciones tanto en la parte trasera, como delantera, como intermedia de los trenes, sabíamos ya qué nos ofrecía esta joya de Intamin por lo que decidimos empezar a capitular el resto de credits que nos ofrecía el parque de las seis banderitas.

La zona donde se encuentra esta mastodóntica woodie está, ciertamente, rodeada de otros credits igualmente valiosos, por lo que decidimos optar por el camino del extremo oeste del parque, el que nos conduce irremediablemente a Bizarro, la reconversión de una mítica B&M floorless del parque: Medusa.


Como ya os comenté hace un par de meses, Bizarro engaña mucho. Aparentemente es una B&M más, sin demasiados ingredientes que la hagan atractiva (sobretodo si únicamente la montas en una ocasión). Pero si el attendance es bajísimo y tienes la oportunidad de montar en varias ocasiones seguidas (como fue en nuestro caso), vale la pena caer en sus redes y empezar a disfrutarla de verdad.

En nuestro caso realizamos el testeado clásico: primer ciclo en la parte delantera y segundo ciclo en la parte posterior. Y en ambas riddeadas pudimos percatarnos de lo terriblemente divertida que puede volverse si sabes cómo encajar la tipología y te conoces más o menos el layout.


Multitud de puntos de choque inesperados, efectos por doquier, cambios de peralte juguetones y a una velocidad más que justa y un par de trucos que, realmente, embaucan a cada viajero en cada uno de sus ciclos. Destacaré uno por encima de todos: las llamaradas de fuego enormes que se escupen, a uno y otro lado, cuando estamos cruzando el dive-loop que da paso al zero-g (y que posteriormente finaliza de manera magistral en un cobra-roll). De sobras es conocido el dive-loop por ser uno de los elementos fetiche de la empresa suiza en todas sus creaciones con inversiones, pero es sobretodo en este caso donde adquiere cierta relevancia y se eleva a la categoría de "mejor elemento" ya que las llamaradas de fuego añaden un aliciente brutal de efectismo y de esa pequeña pero inquietante sensación de peligro que siempre va bien que añada una coaster, sobretodo de estas magnitudes.

Comprobada la adicción de Bizarro, dimos por finalizado nuestro testeo, por lo que caminamos 200 metros para encontrarnos con nuestra siguiente víctima: Runaway Mine Train.


La relativamente corta espera que prometía la cola de Runaway Mine Train nos animó a riddearla y degustar, una vez más, las características curvas peraltadas y hélices endiabladas de Arrow Dynamics. Aunque ya lo comenté en su día, con esta mine-train nos encontramos en un constante conflicto por decidir si es rematadamente mala o adorablemente buena. Tiene un no se qué que la hace irresistible, muy caprichosa, que te transmite con una fricción totalmente característica de la empresa absolutamente todos los detalles del layout y su fabricación. Todas las vibraciones, pero a la vez todo el cariño aplicado a cada transición, a cada elemento.


No me cansaré de repetir que se hace querer mucho y uno al final no llega a la conclusión si es por sus incesantes visitas al interior del bosque de la zona, sus pasos cerca del vial de los visitantes, sus airtimes forzadísimos (auténtica marca de la casa) o su precioso a la par de doloroso paso a ras de agua por el lago que bordea también El Toro. Pero algo tiene este credit que hechiza, y no es el Choo-Choo que el ride-op te regala cuando dejas la estación, camino del lift.

Un paseo por el aire

Salidos de Runaway Mine Train decidimos que había que cambiar totalmente el chip. La zona estaba ya muy vista y necesitábamos más coasters, había que recorrer una gran distancia para situarnos en el otro gran núcleo de credits del parque, situado justo en el lado contrario de su extensión. Pero no hay problema, Six Flags piensa en ello y para eso existe Sky Ride, o lo que es lo mismo, el clásico teleférico adaptado en forma de cabinas para 2 personas y con el cual puedes recorrer en apenas unos minutos una gran extensión de unos 400 metros de largo, aprovechando para sacar unas instantáneas preciosas del parque y de sus alrededores.


Dream Street Sky Ride, la estación que se encuentra justo al otro lado del recorrido, te recoge y te deja en un punto donde, sin duda, aprovechamos para montar lo que se nos ofrecía: Skull Mountain.


Como me encargué también de comentaros anteriormente, nada nuevo a este lado del parque. Sin duda es una coaster que hace falta montar para descubrir de qué se trata y, aunque mi voracidad por las coasters siempre es atroz, he de confesar que me dio cierta pereza volver a montar en un credit tan facilón y simple como este. Se salva totalmente por el theming, absolutamente imprescindible y maravilloso, que nos transporta por arte de magia y en apenas unos minutos desde una parte altamente animada del parque hasta unas oscuras y tenebrosas ruinas de una civilización maldita.


Habiendo comprobado que no es "la coaster del viaje", Raúl y yo nos adentramos de lleno en Looney Tunes Seaport, o lo que es lo mismo, la zona kiddie del parque inspirada en todos los personajes Looney Tunes disponibles en la franquicia de Time Warner, compradora de la cadena de parques años atrás:


En este mini-área encontramos una alta diversidad de rides (muchas de ellas obra de la siempre presente Zamperla) todas ellas enfocadas a un lógico público infantil y con un theming digamos... dudable. Creo que todavía no he sabido encontrar un área temática infantil que sepa apreciar totalmente los detalles y la calidad de su theming como hasta ahora sólo me ha sabido demostrar que lo hace Disney. Y Six Flags Great Adventure no es una excepción.

Dicho esto, partimos en dirección a Road Runner Railway, la coaster kiddie más kiddie de todo el parque y un credit que, como veréis, consiguió resistirse a mi sed de coasters (como también hicieron a lo largo del viaje 2 credits más).


El hecho es que a esta zamperlada había podido montar ya anteriormente en La Mina, de Parque de Atracciones de Madrid y sabía (de hecho se) perfectamente qué sensaciones aporta, por lo que podríamos decir que sí la he montado, pero la dichosa política de añadir cinturones quita-miedo a absolutamente TODOS los trenes de coaster del parque hizo que el cinturón y mi corpulencia no hicieran buenas migas. En pocas palabras: no cupe en ella. Viendo que por un simple dedo no podía encajar en aquél diminuto receptáculo, decidí tomar la cámara e inmortalizar el ciclo que sí pudo hacer Raúl.


¿Qué voy a poder decir de un credit doloroso, inhumano e innecesario pero que, por alguna extraña razón, muchos parques adquieren engañados por el bajo coste de su construcción? Pues eso. Apenas 80 metros de tortuoso recorrido en un ciclo doble en el que notas como crujen cada una de tus doloridas vértebras.

Comida coasteril de verdad...

Salidos de la zona de Looney Tunes Seaport y finiquitada ya la totalidad del terreno, decidimos dejarnos de infantiladas y empezar a enfilar el camino hacia la entrada de una de las grandes "must go" de este parque, deseada ampliamente por Raúl desde que había pisado el parque en el día anterior y que por fin podría probar: Nitro.


Estaba claro que el día ya estaba bien entrado y que las colas, sobretodo en las majors principales del parque, iban a ser cada vez más amplias y con más tiempo de espera. Pero lo que también había quedado patente en nuestra primera jornada en el parque es que Nitro es, como la mayoría de las hyper, una auténtica come-personas. Auténticas hordas de entusiastas montan a cada ciclo que pasa, por lo que llegar hasta la cima de la metálica y oxidada estación de esta B&M no nos llevó más de media hora, tiempo suficiente para admirar parte del layout visible en esta zona.

Queda claro que cuando uno quiere ejemplificar la suavidad, la velocidad y el uso magistral que tiene Bolliger & Mabillard en sus amplios airtimes tiene que poner siempre en la pizarra el nombre de Nitro. Sus suaves y enormes curvas, sus formas caprichosas y el uso totalmente racional de la velocidad la convierten en un referente auténtico de la calidad y el saber hacer de la empresa de origen suizo.


Hay que estar especialmente atentos y atentas en su layout no sólo al empinado drop, característico de estos modelos, sino también al primer camelback, la preciosa curva horse-shoe por sobre los verdes bosques que rodean el límite del parque, la hélice característica de la empresa, ya casi encarando su recorrido final y, sobretodo, un elemento que nos dejó bastante perplejos a Raúl y a mi: el lago que hay justo después de pasar el último y diminuto camelback, antes de llegar a la larguísima recta de brakes finales. Ese lago no sería más que el embrión de un futuro splash que años más tarde pudimos ver en Diamondback.


No me extrañaría que en unos años Six Flags Great Adventure se decidiera a dotar a su gran hyper de un nuevo nombre, una nueva capa de pintura y, porqué no, un splash totalmente innovador que ofreciera 20 años más de vida a una coaster que, todavía a día de hoy, se conserva en excelente estado de forma.

Salidos de la característica coaster decidimos probar la rareza del día y no, no se trataba de recorrer la totalidad del parque en busca de montar de nuevo en Bizarro, sino de Congo Rapids, o lo que es lo mismo: "hola buenas, vengo a mojarme entero".


He de hacer un pequeño inciso en este punto explicando un concepto que quizás en Europa no nos quede del todo claro. Las rides acuáticas, al menos en la mayoría de parques europeos, están concebidas para mojar, sí, pero en la mayoría de ocasiones el nivel de humedad que se le queda a uno en el cuerpo es inferior al 50%. Esto quiere decir que salimos mojados o salpicados, sí, pero en la mayoría de ocasiones con el simple aire de la salida de la ride conseguimos secarnos o, en su defecto, las rides sólo abren en determinadas épocas del año (como pasa en PortAventura).


En EEUU uno se da cuenta de que las rides acuáticas están diseñadas única y exclusivamente para mojar totalmente. Al 100%. Sin excepción de tela en el cuerpo. ¿Cómo lo consiguen? A continuación vamos a ver lo que yo bautizo desde este mismo momento como el "efecto Oreo" o "Marbú Dorada", que trata básicamente en realizar un recorrido totalmente aleatorio y sin importancia pero que en un momento concreto conduce, sin remedio, a la zambullida total en el agua. Esto es lo que se experimenta en Congo Rapids. Uno se siente atado (por los dichosos cinturones que también encontramos aquí) a una enorme galleta que, tras una larga rampa de agua que desciende hasta el lago final, choca directamente contra la superficie acuática y se hunde un par de palmos en el interior del agua, calando literalmente todo el cuerpo no de una salpicadura gigante, sino de una auténtica ola de fría agua.

Avisados y avisadas quedáis: Congo Rapids mojan y mojan mucho, no esperéis estar secos al salir de la ride y, si montáis, haced previsión de estar al menos una buena hora mojados de cintura para abajo.

En la ciudad del caballero oscuro

Al salir de esta ride decidimos recorrer los 200 metros aproximadamente que nos separaban de otros dos buenos credits: Batman - The Ride y The Dark Knight Coaster.


De la primera, como ya comenté previamente, no podemos esperarnos encontrar más que un clon bastante simplón de un modelo que a B&M le ha funcionado siempre y siempre ha podido vender con facilidad. Experimentar varias inversiones de distinta índole con una velocidad moderada tirando a alta y unos trenes perfectamente diseñados para tenernos siempre con las piernas colgando es algo que al gran público le entusiasma y B&M lo sabe. Por ello Six Flags decidió en 1993 y tras el abrumador éxito de la misma construcción en Six Flags Great America un año antes adquirir esa pieza tan buscada del cada vez más complicado puzzle del éxito en los parques.


Queda bastante enfatizado todo ese ambiente de coaster pre-fabricada que siempre tienen este tipo de inverted gracias a un theming más que aceptable y a un recorrido de colas bastante poco usual que permite visualizar con bastante entereza un layout conocido de sobras por todos: lift, curva, drop, loop, zero-g y un viaje absolutamente loco por un layout enroscado y repleto de corkscrews y pasos a ras de suelo.


No me entusiasmó demasiado en la primera ocasión así como tampoco lo hizo en las posteriores, pero debo decir que con este tipo de coasters B&M pudo adentrarse en el terreno del vender por vender, llegando a poblar el mundo con hasta 12 ejemplares de este modélico credit.


Pasados por las 5 frenéticas inversiones que contiene Batman - The Ride no tuvimos que movernos mucho más para llegar a las puertas de un enorme cubo de cemento llamado The Dark Knight Coaster o lo que es lo mismo: cómo volver a hacer atractiva una simplona wild mouse.

Todos o casi todos conocemos ya el extremadamente simple concepto de estas coasters: hacer un recorrido más o menos lleno de curvas cerradísimas con giros de 180º en apenas unos metros y a una velocidad que nos hará sentir las fuerzas G laterales como si fuesen parte de nuestro propio cuerpo. Además añadimos un par de drops, con un pequeño airtime de regalo y nos queda una coaster que está reproducida hasta la saciedad en todos los rincones del mundo.


Six Flags afrontó en 2008 el reto de rediseñar, junto a Mack Rides, un tipo de coaster que se había quedado caduca y falta de atención por parte del gran público. Para ello echó al puchero de las emociones cierta pizca de los siguientes ingredientes: una estructura completamente indoor (por lo que el juego de luces y oscuridad se hace presente en cada metro), animatronics y pre-show (elementos totalmente innovadores para un parque poco amigo de añadir este tipo de conceptos) y efectos de luces y sonido que envuelven de lleno en las diferentes escenas que recorren los rápidos trenes, tematizados también en cabinas de metro medio destruidas y con el uso de lap-bars individuales, hecho que mejoraba el attendance y la carga constante de los trenes.


En conclusión: con Dark Knight Coaster Six Flags no sólo logra dotar de un total encanto a una coaster más bien prescindible, sino que además suma un par de buenas experiencias al viajero, haciendo que, como en mi caso, desmitifique el dolor de las wild mouse y todo se convierta en un "pues qué bien, quiero volver a montar".

Puntilla familiar a un día redondo

Desengañémonos, lo más fuerte del día estaba ya hecho. Con una incansable cantidad de B&M's, Intamin's o Arrow's hechas lo que nos quedaba por descubrir, al menos en concepto de coasters, era más bien poco. Decidimos volver un poco hacia atrás en nuestros pasos para encontrarnos con el último credit que nos faltaba por completar, la última cruz en una larga lista que, algo dolidos ya, nos encargábamos de finiquitar. En esta ocasión nos adentrábamos en el terreno totalmente familiar para dar paso a una vieja conocida de Zierer: Blackbeard's Lost Treasure Train o la enésima tívoli de sonido beemeizado.


Poco o nada diferencia esta coaster del resto, aunque si tenemos que diferenciarla un poco de sus predecesoras (con un largo historial sobretodo en la parte central de Europa) es que en esta ocasión este proyecto presentaba un lift y un recorrido algo más largo y entretenido que el resto, cosa que la dotaron de cierta atracción de cara a nuestros experimentados cuerpos coaster-freaks.

Nada más allá de una velocidad considerable, unas curvas con peralte cercano al cero total y un paso a nivel de suelo bastante atrevido en varias ocasiones, pudiendo tocar elementos vegetales del layout como algunos arbustos o árboles de la zona.


Fuera de todo esto, no es más que una coaster que en cuanto se pone en marcha nos alerta por su estridente sonido de fricción, pero que pronto nos hace bajar las orejas al ver que se trata de una familiar más que nos ofrecerá poca o ninguna emoción extra.

Se acercaba la hora marcada como límite en nuestros relojes, la hora en la que todo el grupo nos habíamos citado en la fuente central del Main Street, un punto de reunión que, dicho sea de paso, se convierte en el punto de reunión de la inmensa mayoría de gente en según qué horas clave del día.


No queríamos marcharnos del parque sin antes poder completar una ride. Sabíamos que el tiempo no apremiaba pero pudimos acabar la jornada montando en Big Wheel, la hiper-típica noria que puebla muchísimos parques de punta a punta del mundo.


Las vistas desde la parte más alta bien justificaban los 5 o 10 minutos que gastamos en montarla, como podréis observar en algunas fotografías que pude extraer en ese punto. La verdad es que junto al teleférico del Sky Ride es uno de esos puntos que merece la pena culminar para poder extraer buenas instantáneas y, a la vez, llevarte el mejor recuerdo posible de un parque tan espectacular como Six Flags Great Adventure, con multitud de lifts, drops, camels y demás elementos sobresaliendo de la espesa arboleda que cubre la totalidad del recinto.


Encuentro sorpresa y despedida final

Apenas quedaban unos minutos para recorrer, apenados, los últimos metros que nos separaban de la salida y de nuestra última jornada en el parque estandarte de la costa este, cuna de monstruosidades como El Toro y Kingda Ka.

Pero el día todavía se guardaba una última sorpresa, una última jugada que nos haría sonreír a todos y que acogimos con total fanatismo, como buenos seguidores de los parques. Empezaba a sonar música cañera y, de repente, sonaban los Venga Boys. Esto sólo podía querer decir una cosa... y no fue otra que encontrarnos el enorme, grandioso, único e icónico: ¡MR. SIX!


Sí señores y señoras. Otro reto más cumplido por el RollerCoaster Team. Las botargas siempre han llamado muchísimo la atención del grupo en distintos viajes, hemos pasado desde habichuelas rojas que repartían golosinas hasta dragones coloridos que nos provocaban absurda admiración. Pero si hay una mascota conocida en el mundillo esa es Mr. Six, el simpático abuelo bailarín protagonista de un sinfín de mercadotecnia y promoción en los parques de las seis banderas.

Pudimos darle la mano, fotografiarnos con él o incluso ver una pequeña muestra de su magnífico baile durante unos buenos 10 minutos que aprovechamos al máximo.


La anécdota quedaba servida y el RollerCoaster Team, ahora ya de nuevo con los 4 componentes originales, se dirigía a los tornos de salida del parque, con la idílica imagen de despedida de Superman - Ultimate Flight. Qué mejor manera de poner punto y final a un día completísimo que nos hizo recordar hasta dónde llegan nuestros límites y nuestro aguante a la hora de montar y montar y no dejar de montar...

*****

Y aunque nos quedaban por delante todavía unas horas de viaje con el añadido de llegar a Hershey Park, uno de los mejores parques familiares del mundo y poder probar algunas de sus coasters en una especie de ERT nocturno, prefiero no congestionar mucho esta entrada y comentarlo brevemente en la siguiente entrada dedicada a analizar este importante e intenso viaje que hicimos durante el verano en Estados Unidos.

Como habéis podido ver, el RollerCoaster Team se nutre principalmente de coasters de todos tipos, grandes y pequeñas, altas y veloces... pero en ocasiones también ofrece momentos de paz, de sorpresa o de diversión con encuentros graciosos, vistas panorámicas dignas de exposición o experiencias totalmente innovadoras que nos hacen ver lo bonito de este mundillo que tanto nos gusta.

¡No os perdáis la próxima entrega donde hablaremos en profundidad de Hershey Park! Y ya sabéis que podéis dejar vuestro comentario, crítica u opinión a través de los comentarios que encontraréis aquí abajo mismo.

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