sábado, 4 de abril de 2015

Recuerdos de China (parte 2)


Es momento ahora de cerrar el álbum que dejamos abierto durante la última entrega de este repaso a las anécdotas vividas por el RollerCoaster Team durante el viaje de 2013 a tierras orientales y abrimos un nuevo volumen, un segundo libro, una segunda parte en la que repasaremos otro buen puñado de momentos que se quedaron grabados a fuego en nuestras mentes y que permanecerán ahí por el resto de nuestras vidas.

Gastronomía, paisajes, curiosidades, costumbres, gentes o contrastes, sea lo que fuera en su momento captó la atención de mi objetivo y decidí inmortalizarlo para, en un futuro como hoy, mostrároslo en forma de entrada nueva.

Dicho esto hoy, en Bloggercoaster, volvemos a impregnarnos del aroma de la moderna Shanghai a través de un nuevo episodio de anécdotas traídas directamente desde China.




Como creo que ya os he comentado en alguna ocasión y es algo que poco a poco va sabiéndose de modo general cuando hablamos de este país, China es un lugar con muchísima contaminación en el aire. Pero muchísima es muchísima, realmente.

De hecho una de las cosas que más os pueden chocar una vez lleguéis al país y empecéis a indagar en sus calles y sus gentes, es el hecho de que los chinos (y las chinas) estén todo el día escupiendo por la calle. Esta costumbre suele verse con muy malos ojos si tenemos el filtro occidental de costumbres activado, pero si algo también he dicho muchas veces es que cuando viajas a lugares tan distintos y lejanos hay que tener bien desactivado ese filtro para evitar caer en juicios absurdos.

¿Porqué escupen tanto? Sencillo: la contaminación que se respira en el aire es tal que si no despejas la garganta cada poco tiempo con bebidas o escupiendo, la saliva de la garganta acaba picándote y generando tos. Por eso es costumbre también que todos los chinos suelen llevar o tener cerca un gran bote o botella de té verde, para ir refrescando cada poco tiempo el gaznate.

Y de ahí que cuando uno pasee por las calles se les vea escupir de manera sonora constantemente. No es cuestión de buenos o malos modales, es una necesidad provocada por los altos índices de materiales tóxicos que pueblan los aires del país.

Prueba de ello es que la ciudad, por las mañanas nos recibía con una fina y ligera capa de niebla pero que jamás fue niebla (de hecho, viendo el tiempo, siempre marcaba un sol radiante) sino que se trata de la contaminación que las fábricas y minas han ido liberando por la noche (cuando visiblemente es menos alarmante la poca visibilidad del ambiente):


Si algo me chocó bastante de la cultura china, en especial de su gastronomía, es que pese a que la existencia de dulces sea generalizada (tratándose sobretodo de pastelitos fritos o cocidos o platitos con elemento de masa como protagonista) no existe una costumbre demasiado arraigada de algo que aquí es tan tradicional como desayunar.

Prueba de ello es que durante todas las jornadas me tuve que buscar un poco la vida para hacer el primer aperitivo del día y empezar a complementar de energía el organismo (algo que cuando la temperatura es de 32 grados, la humedad es aplastante y se visita uno o varios parques de atracciones, se agradece).

Así pues me resultó curioso el desayuno que tomé el día que pudimos visitar Jin Jiang Action Park, un menú consistente en una Pepsi china (vale la pena indicar que la sensación general que me llevé es de que en China es Pepsi quien tiene ganado terreno a Cocacola) y unos pastelillos de leche en forma de rollitos que estaban en un nivel de delicia superior:


Otro de los factores gastronómicos que me llamó bastante la atención, sobretodo en el ámbito de las luchas entre grandes marcas, fue el hecho de que en China la marca Lay's tiene el terreno ganado por completo a las archiconocidas Pringles. De hecho no recuerdo haber visto ningún bote de Pringles a la venta y, en su lugar, lo que uno podía encontrar de forma abundante en kioskos y tiendas de comida barata eran estas Lay's Stax, que creo que aquí se intentaron comercializar también sin demasiado éxito en su momento:


Otra de las aventuras que quise afrontar, sin salir del panorama culinario, fue la de probar una bebida de la cual no supiera absolutamente nada por su información. Así fue como cayó en mis manos esta lata de algo indescriptible, a medio camino entre el té verde y el regaliz, con un toque similar al Nestea pero mucho más fuerte de sabor y algo menos dulce:

Vale la pena fijarse en que aquí, al contrario de como ocurre en occidente, las latas no tienen una medida de 33cl, sino de 31 cl, algo más pequeñas de lo que estamos acostumbrar a ver por aquí. Un traguito menos.

En la siguiente fotografía hay dos aspectos que me gustaría resaltar. El primero y el más evidente es la ardua tarea de convertirse en el fotógrafo de cualquier grupo de viaje. Ello puede implicar documentar absolutamente cualquier momento del viaje en forma de instantáneas sacadas con las diversas cámaras que siempre llevo encima o, como en este caso, encargarme de sacar fotografías a los demás miembros para inmortalizar el paso por los parques (por cierto, no os imagináis lo tremendamente difícil que es sacar un Giant Inverted Boomerang de Vekoma estando a poco más de 20 metros de distancia), para muestra, un botón:


El otro aspecto quizás menos evidente de la fotografía es el edificio que sale al fondo, de cemento y con andamios de bambú. Como habréis podido notar en muchas ocasiones, en multitud de construcciones los andamiajes están hechos por completo de bambú, algo que pese a que pueda dar imagen de fragilidad, nada más lejos de la realidad, ofrece unas estructuras fiables y fuertes, flexibles a las inclemencias ya sean vientos o lluvias.

Siguiendo el concepto de la construcción, me llamó la atención el hecho de que en ese edificio invirtieron tan solo un par de horas de trabajo por la mañana pero había un grupo de unos 15 chinos trabajando duramente, a toda prisa. Os puedo jurar que acabaron el enladrillado de todo el techo del edificio en solo esas 2 horas entre todos. Unos cargaban ladrillos, otros cemento, otros mezclaban y otros colocaban. A mediodía no había ni rastro de chinos y el edificio había ganado un par de metros de altura de repente.

¡Más gastronomía! El día de visita a Jin Jiang Action Park fue de bastante provecho alimenticio ya que a mediodía decidí meterme, entre pecho y espalda, uno de los atrevimientos culinarios más bestias a los que he jugado en mi vida. Y ojo porque la primera impresión del siguiente plato puede ser chocante, pero os aseguro que estaba de vicio todo:


De izquierda a derecha encontramos estofado de pato, ternera marinada, callos de cerdo y en las esquinas una especie de huevos cocidos de color gris/morado que no se muy bien en qué radicaba el secreto de ese pigmento, pero estaban de auténtico vicio. Creo que pocas veces he disfrutado tanto como en esa ocasión de probar algo prácticamente a ciegas (porque como podréis imaginar, los menús de los platos estaban totalmente en chino).

El caso es que una vez visitado Jin Jiang Action Park, nos quedaban por delante unas 5 o 6 horas antes de que el sol empezase a desaparecer (o más bien antes de que el cielo contaminado empeciera a oscurecerse). Así que tras tomar una serie de referencias e indicaciones decidimos que era momento de dar un paso, un atrevimiento y desplazarnos a una distancia bastante lejana (unos 50 km), en la búsqueda de Fisherman Warf, un diminuto parque situado en una especie de playa y donde las rides y coasters estaban situadas encima mismo de la arena.

Aunque ya os hablé a fondo de este pintoresco parque, lo cierto es que Fisherman Warf presentó uno de los contrastes más fuertes que he visto jamás en parques. A pie de visitante encontramos una playa totalmente cerrada a la cual se accede pagando el precio de una entrada y en la cual encontrábamos, como en la fotografía, hileras de tómbolas y puestos de juegos de habilidad. Y tras esa hilera y como si hubieran aguantado el envite de los años, grandes pagodas de diversas decenas de metros de altura se hacían presentes a través de la fina capa de neblina que gobernaba los aires:


Lo cierto es que fuera de lo que pueda parecer, las pagodas no contenían en su interior templos ni edificios de culto, sino que varias de ellas albergaban "clubs" de fiesta (ya me entendéis).

La mejor parte de la escapadita al sur de la región (la zona de Fengxian) fue el retorno, ya que debimos regatear a un taxista pirata para que nos cobrara "solamente" 10€ en vez de los 15€ que nos quería cobrar inicialmente. El servicio de este taxista incluía ofrecernos tabaco (momento muy random del viaje), música ambiental totalmente desconocida y una conducción que ríete tu del estilo más gamberro del GTA V.

Regresando un poco a la estela del viaje, como ya os comenté en la entrada sobre los "fails" que vivimos en China, hubo un día en el que tuvimos que improvisar dada la cantidad de lluvia con la que nos encontramos en la ciudad y uno de los lugares que visitamos fue el Century Park, una extensión de pulmón verde en pleno centro de Shanghai y con elementos tan dispares en su arquitectura como esta enorme fuente ornamental:


Lo más curioso del tema es que como podéis observar, estaba señalizada y incluía un panel informativo en inglés, pero un inglés muy de Google Translator que apenas pude descifrar como algo así como la fuente ornamental más grande de Shanghai en su momento. Por lo visto el parque de Century Park fue, en sus primeros días de vida, algo así como un rincón para fardar por parte del ayuntamiento de tener el mejor y más avanzado parque con jardines del mundo.

Y sin alejarnos demasiado del Century Park, era muy curioso ver el contraste que ofrece el skyline de la ciudad en esta parte, donde podemos encontrar la tranquilidad y la paz de las aguas del inmenso lago central del parque, rodeado de arboledas y bellos jardines ornamentales, con la tecnología y arquitectura vanguardista de los edificios colindantes, altos rascacielos con oficinas y más parecidos a grandes naves espaciales que a edificios en sí:


A modo de curiosidad, el edificio que está más a la derecha y cuya punta culmina en una especie de peonza futurista, corresponde al Double Tree, un hotel de la cadena Hilton Hotels y cuya altura total supera los 200 metros, para que os hagáis una idea de las medidas del conjunto...

Como también os expliqué tiempo atrás, en aquella completa entrada sobre los fails de China, nuestro recorrido durante ese fatídico día en el que pusimos pie en los aledaños de Century Park, se completó a última hora de la tarde con la visita al mercado de las falsificaciones, situado justo en la parte delantera del Museo de la Ciencia de Shanghai, un edificio muy moderno, repleto de cristaleras y con una gigantesca esférica geodésica de cristal y acero en el centro de la estructura, un edificio realmente imponente, de nuevo más similar a una nave espacial antes de despegar que a un museo en sí:


Como también os expliqué por entonces, a media tarde teníamos ese punto extraño de hambre que es evidente como para hacer una merienda pero que no es tan abundante como para hacer una comida abundante, así que decidimos tomar una especie de tentempié por nuestra cuenta en uno de los numerosos restaurantes interiores de los que goza alguno de los pasillos del mercado de las falsificaciones (entre tienda de iPhones a 30€ y tienda de drones voladores a 20€).

En esta ocasión decidí optar por dos platos, uno de sobras conocido y uno de mis favoritos en la gastrnomía asiática en general, las giozas (empanadillas de carne con aderezo, cocidas y ligeramente fritas). El plato "raro" que completaba esta merienda abundante eran unos cacahuetes realmente extraños pero increíblemente buenos que ofrecían un aspecto exterior más oscuro de lo normal, brillantes, mojados y humeantes, servidos sobre una hoja verde:


En su interior se encontraban dos o tres cacahuetes cuyo color era exactamente este. Y no, no es la típica piel que recubre los cacahuetes que conocemos aquí, estos cacahuetes chinos NO tenían esa pielecita que se quita y en su lugar tenían este color granate terroso. Al tacto eran pringosos y con un aspecto como hervidos y su sabor era entre el dulce del recubrimiento que los pringaba y el ligero picante de su interior. Realmente toda una experiencia tan sencilla como comer unos simples cacahuetes:


Cuando la noche empezó a hacer acto de presencia decidimos desplazarnos al centro de negocios de Shanghai y recorrer las concurridas calles donde se alzan, como gigantes enormes, los rascacielos más altos del país. Allí encontramos el trío de ases por excelencia, justo frente a la Oriental Pearl Tower y por orden de izquierda a derecha vemos la  Shanghai World Financial Tower (492 metros y una distintiva forma similar a un abrechapas), en el centro la Jin Mao Tower (421 metros de altura) y a la derecha la Central Tower of Shanghai (632 metros, el edificio más alto de China y cuya construcción se estaba realizando en ese momento):


Dados los avisos que habíamos visto tiempo antes de programar el viaje sobre las largas colas de la Shanghai World Financial Tower, decidimos optar por la torre Jin Mao a un precio razonable de unos 8€ por acceder al piso más alto del edificio, que en la fotografía de aquí arriba se puede ver muy iluminado.

Tras una subida de apenas un minuto en la que nuestros oídos explotaron por presión, literalmente, se abrieron las puertas del ascensor y Shanghai se presentó bajo nuestros pies.

Si recordáis aquella detallada entrada sobre la Oriental Pearl Tower, recordaréis también las vertiginosas medidas que os comenté que tenía, pues mirad ahora qué "pequeña" parece respecto a nuestra altura en la cúspide de la Jin Mao Tower:


Y es que como cualquiera que haya subido a uno de estos bichos en plena noche sabrá, ver una gran ciudad desde estas alturas es un auténtico espectáculo visual repleto de iluminaciones y movimiento, algo todavía más potenciado si hablamos de Shanghai, una ciudad que recibe el apodo de "La ciudad de la luz" en la propia China:


Y tal y como os he dicho, a tan solo un centenar de metros de nuestra posición encontrábamos la construcción enfermiza de la Central Tower of Shanghai, un mastodonte de acero y cemento que alcanzaba ya en altura a la Jin Mao Tower y que un año después se culminaría su construcción con un total de 632 metros. Es realmente una ocasión única y que inflige mucho respeto ver un edificio así de gigantesco en plena construcción:

Respecto a la altura final de esta torre una vez finalizada su construcción, hace más o menos un año se hizo viral en Youtube un vídeo en el cual un par de atrevidos occidentales se colaban en las obras y accedían (no sin muchísimo esfuerzo y paciencia) a la zona más elevada de la cumbre, la enorme grúa que culminaba la azotea del edificio en ese momento y cuya altura total llegaba a los 650 metros. Aquí os dejo el vídeo para que os hagáis una idea:


Si os fijáis, al poner el vídeo en el minuto 1:45 veréis en un precioso plano general y erigiéndose sobre un manto de nubes la torre Jin Mao y el abrechapas de la Shanghai World Financial Tower, miniaturas al lado de la altura total de este coloso arquitectónico.

Un último apunte de vértigo gratuito corresponde a las vistas que había desde el interior de la Jin Mao Tower. Entre otras cosas, esta torre alberga un gran hotel en su interior, que a la vez es totalmente hueco como podréis comprobar y que en la base del hueco ofrece uno de los restaurantes más caros de la ciudad, el Latu Restaurant:


Y así, a casi 400 metros de altura por encima de la ciudad, se nos abrió el hambre definitiva y decidimos ir a la búsqueda de la super-cena de la jornada. Para ello nos desplazamos a uno de los barrios más cosmopolitas de la ciudad, el de Jing'an, donde también se encuentra una de las calles con más tiendas occidentales de lujo por metro cuadrado, la Wujian Road. Allí nos animamos a comer en un restaurante llamado Ramenplay y donde, como su nombre indica, la especialidad es el Ramen, así como las sopas y los platos con arroces y pasta oriental. En mi caso me pedí un menú a base de arroz, verduras, pollo marinado y un pequeño bol de sopa de verdura y acompañado por una exclusiva CocaCola 100% china:


Sin movernos demasiado del centro hubo una de las noches en la que, paseando por el mirador de The Bund (una balconada larguísima que bordea uno de los laterales del río Huangpu) nos cruzamos con un simpático grupito de jóvenes chinos que quisieron sacarse unas cuantas fotografías con nosotros. Ya os expliqué hace un tiempo que el mito de las fotos es real, una vez llegas allí y dependiendo de la rareza de tu físico, rápidamente te sentirás observado, fotografiado o incluso parado para hacer una fotografía de recuerdo. En este caso aproveché para sacar una especie de auto-foto, algo realmente difícil si tenemos en cuenta que usaba la cámara reflex:


Y ya que en la siguiente parte de este alternativo paseo turístico por China nos despegaremos definitivamente de Shanghai para recorrer parte de la geografía más interior del país (y sus parques), no quiero desaprovechar la oportunidad de nombrar otra de las cenas que hicimos en la ciudad donde estuvimos un total de 4 días y posiblemente una de las mejores cenas de mi vida, por precaria que parezca.

Echad un vistazo a esta fotografía:


Mesa diminuta, taburetes diminutos y a tan solo unos metros del "cocinero" y su carretilla donde minutos antes se estaban calentando los fideos con carne que estaba ahora a punto de ingerior. Hay un detalle que nos dejó muy locos a la hora de tener en cuenta lo práctico de este tipo de comidas: no se ve muy bien, pero en el centro de la mesa hay un rollo de papel del WC que hace las veces de servilletas y, en su interior, un puñado de paquetes de palillos chinos. Una manera sencillísima a la vez que brillante para comprimir servilletas y cubiertos en un espacio diminuto.

Como no me cansaré de decir nunca, la variedad gastronómica de estos lugares era apabullante, pudiendo encontrar puestecitos donde por tan solo unos míseros céntimos podíamos adquirir pinchos o piezas fritas de carnes, verduras y demás especímenes pinchados. Todo un reclamo visual y olfativo muy difícil de dejar escapar en caso de que nuestro estómago esté ronroneando cual gatete:


Un aspecto que echo realmente mucho de menos de Shanghai y de China en general y que creo que deberíamos liberar mucho más en occidente y concretamente en España: la comida ambulante.

Estoy de acuerdo con vuestro pensamiento ahora mismo: "Pero Jivo, ¿cómo voy a comer algo que no sé ni cómo se ha cocinado ni siquiera qué es o si cumple con las normativas higiénicas?". Y mi respuesta a eso es: creedme, si se vende en la calle y lo compran docenas de personas en apenas minutos es porque 1) no mata a nadie y 2) está riquísimo.

Siempre he pensado que sería un gran salto gastronómico poder pasear por las calles de aquí (no las principales, sino todas) y comer unas albóndigas, una sepìa a la plancha o un bol de arroz a la cubana sin necesidad de entrar a un restaurante, esperar al camarero, sentar, que te sirvan, sobremesa, la cuenta y demás. Conseguimos algo parecido con las cadenas de comida rápida o take-away, pero hay un nivel superior por encima de eso y creo que en China se encuentra a la perfección en cualquier calle por donde paseemos en plena noche.

Dejo aquí, con esta pequeña reivindicación/reflexión personal, otro capítulo más de este particular paseo que estamos dando por la vida, cultura, gastronomía y curiosidades que nos encontramos durante el viaje en 2013 al lejano país de China. ¡En el siguiente, más material inédito y más recuerdos para atesorar!

5 comentarios:

  1. Muy fan de este tipo de entradas!

    En el tema culinario, realmente debes dejar los prejuicios y las ideas preconcebidas en casita, ya que si no, supongo que puedes llegar a pasarlo mal. El tema de no tener ni pajolera idea en muchos de los casos de lo que estás pidiendo para comer, debe ser algo así como jugar a la ruleta rusa. Aunque bueno, viendo la mayoría de las fotos de tus manjares, creo que acertaste en todos los casos.

    Notasteis alguna diferencia de sabor por pequeña que sea en las Pepsis y Cocacolas respecto a las occidentales? Creo haber leído en alguna ocasión algo sobre que "la formula" de ambos refrescos no es exactamente igual que las que se comercializan en el mundo occidental (sin contar las de algunas zonas del este de europa, donde está confirmado que NO son iguales en sabor a las que encontramos aquí).

    Y me ha hecho gracia ver como los chinos (como buenos asiáticos) te plantan a la tipica señorita en cualquier sitio, como el envoltorio de los rollitos dulces que desayunaste, que cracks! XD

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  2. Hola Kopel! En el tema de la gastronomía, en general, cuando viajas a distintas partes del mundo pasa lo mismo. De hecho en EEUU o Inglaterra puede ocurrir también que no sepas realmente lo que vas a comer, solo que allí las cosas vienen en bolsas de plástico de colores vistosos, pero el problema es exactamente el mismo.

    Respecto al sabor de los refrescos sí que es verdad y tengo la experiencia no solo de China, sino de otros lugares. Las Pepsi/Cocacolas norteamericanas tampoco saben igual (de hecho no saben igual ni siquiera en distintos estados del país), de la misma manera que tampoco en Finlandia, Italia o España. En el caso de China la CocaCola me pareció similar a la de aquí, aunque con algo menos de gas y un pelín más azucarada. En el caso de la Pepsi tenía mucho gas y poco sabor, bastante diferente sí.

    Lo más curioso del envoltorio es que pone "French style" y te meten a una asiática con pinta de enfermera... incongruencias del diseño que encuentras allí a patadas siempre jejeje.

    Un saludo!

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  3. No soy un experto en la materia, pero estuve trabajando para Coca-Cola España durante un tiempo y creo que puedo arrojar algo de luz, a modo de curiosidad, sobre el por qué de la variación del sabor de la bebida alrededor del mundo.

    La Coca-Cola se compone a grosso modo de 4 elementos principales: el jarabe (la fórmula secreta), agua, azúcar y gas. El jarabe se elabora en EE.UU. y es enviado a (casi) todos los países de mundo. En cada país se mezcla el jarabe con el azúcar, el gas y el agua local donde se encuentre la embotelladora, de ahí que dependiendo de las características del agua de cada zona varíe el sabor entre países

    A esto hay que sumar el hecho de que, al igual que ocurre con muchos productos orientales al importarlos a occidente, se intenta adecuar el producto a los gustos, cultura, tradiciones y, en este caso paladares de cada país o conunto de países, a estos procesos de adaptación se les suele llamar occidentalización y orientalización respectivamente, por eso también varían las cantidades de gas y/o azúcar, pero el jarabe original es el mismo en todo el mundo.

    P.D.: Muchas fueron mis (sutiles) súplicas de un análisis de algún parque del viaje a Orlando, pero voy a esperar a que esté publicado el análisis completo porque me luce más darme un buen atracón un domingo por la tarde. Ese día me relajaré, prepararé algo para picar y desconectaré del trabajo "visitando" Busch Gardens Tampa ;)

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    1. ¡WOW! Genial intervención la tuya Rider, muy instructiva y aclaratoria, ¡bravo!

      De hecho, trabajé en un bar durante unos años y cargué decenas de veces las cajas del jarabe y las bombonas de gas jajaja... lo que no sabía es que el jarabe se producía de manera unilateral y se exportaba al mundo. Pero sí, recuerdo ese material parecido al alquitrán, daba hasta miedo.

      Pues ahora ya sabemos bien bien el motivo de la diferencia entre Cocacolas del mundo. Corríjeme si me equivoco pero creo que una vez leí acerca de que la propia Cocacola tenía una clasificación mundial donde se decidía qué Cocacolas del mundo eran las más "fieles" al sabor original y la española quedaba muy bien en esa especie de top 10, ¿no?

      Yo me ocupo de ir escribiendo día tras día, así el día que te pongas con la lectura tendrás buena cantidad de material para ello ;)

      Saludos Rider!

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    2. Ahí me pillas porque no tengo ni idea. Desconozco si existe o no tal lista y si España se encuentra en el top 10, lo siento pero eso es algo que supera mis conocimientos.

      Un abrazo Jivo

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