domingo, 6 de mayo de 2012

La foto de la semana (#21)


El King Kong de Le Pal

He de reconocerlo: esta ride me venía llamando la atención desde el primer día en que vi que Huss estaba en proceso de diseñarla para futuros encargos en parques. Los primeros bocetos, los artworks y conceptos y posteriormente una trabajadísima maqueta (que ha ido viajando de convención en convención) dejaron boquiabiertos a todos los que escuchaban con atención el proyecto tan innovador que la empresa alemana.

Le Pal, un pequeño y discreto parque situado al sur de Francia, fue uno de los parques que picó en esta particular trampa (junto con Bobbejaanland, ninguno más). ¿Y porqué llamo a esta novedosa ride como "trampa"? Muy sencillo: la lista de puntos negativos que ofrece esta ride tanto para el viajero como para el propio parque pesa demasiado y hace desvanecerse a la lista de puntos positivos.

El concepto de este King Kong es el que se ve: un enorme gorila de unos 10 metros de altura agarra con sus enormes brazos una especie de tren/carromato para elevarlo por los aires mientras lo observa con su desafiante mirada iluminada. Humo, luces y sonido hacen el resto en una ride con un ciclo terriblemente largo y aburrido.

Para empezar las sensaciones que viviréis en esta ride no van más allá del hecho de sentir un pelín de altura (tampoco demasiada) y el suave traqueteo que ofrece el vagón con inclinación delantera, trasera y a ambos lados. El resto se basa en un intento de terror o aventura al sentirse "atrapado" por los brazos del enorme simio durante un largo par de minutos que, sinceramente, se hacen eternos.

No hay ninguna sensación de caída repentina, ningún susto, ningún movimiento brusco. Está todo tan tremendamente calculado y se desvela tan suave que cuando el ciclo acaba y sales por la puerta trasera de la ride te preguntas insistentemente qué ha sido eso y lo más importante: ¿porqué? ?Porqué perder 10 o 15 minutos de tu existencia haciendo cola para algo tan superficial y prescindible.

Pero esta es sin duda una de esas situaciones en la que te encuentras cara a cara con un reto o un objetivo al que siempre le habías tenido ganas y descubres, amargamente, que se trata de un simple bulo, de una ilusión, de un truco de magia demasiado absurdo como para haber creído en él durante tanto tiempo.

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