lunes, 11 de agosto de 2014

Bitácoras desde Finlandia (día 1)


Las 6:00 AM de la mañana de un lunes 4 de agosto de 2014. 

Acabo de cerrar las últimas gestiones de una noche que, todo sea dicho, ha sido movidita y traicionera en el puesto laboral. Pero es algo que dejo ya atrás pues, con la mochila a la espalda, salgo del edificio de 8 plantas de mi trabajo en el centro de la ciudad, dispuesto a tomar un taxi que me lleve al puente hacia la felicidad: el Aeroport del Prat.

Todos, o casi todos los viajes que he hecho hasta el día de hoy empiezan ahí. El cuerpo lo nota, la mente lo sabe. Así que recorrer las por esas horas desérticas carreteras en dirección al aeropuerto me convierten poco a poco en el ser más feliz de la tierra. Atrás queda un fin de semana de trabajo intensivo y el estrés de una ciudad al borde del colapso veraniego.

6:30 AM de la mañana, al haber tan poca gente he podido hacer el check-in sin problemas a través de las máquinas automáticas que Norwegian Airlines tiene distribuidas en la vieja Terminal 2. Tengo en mis manos el billete al cielo. Tuiteo las primeras palabras a l@s más madrugadores/as y me dispongo a pasar el arco de seguridad.

Al otro lado un rápido desayuno energético ya que no se muy bien a qué hora llegaré a mi destino, cómo lo haré y si tendré mucho hambre por entonces.

7:40 AM, últimos vistazos al teléfono móvil. La puerta de embarque se abre y en la pantalla del televisor, junto al mostrador, ya aparece ese nombre tan extraño y a la vez familiar. Lo relacionamos con el frío, con la nieve o incluso con Rusia, se trata de Helsinki, la capital de Finlandia. Un país allá arriba, muy arriba. 2300 km hacia arriba.

Tras las comprobaciones propias, las instrucciones (por aquello de tener una accidental muerte segura) y los nervios previos al despegue, las ruedas del Boeing se desprenden de la pista, volamos ya en dirección a nuestro destino. Quizás por costumbre, decido apagar el teléfono móvil antes de despegar y encenderlo nada más llegar al lugar de aterrizaje, aunque en esta ocasión veo, guardado en el respaldo que hay frente a mi en la fila 3, un folletito que me alegrará las largas 3 horas y media de viaje. Pocos minutos después os transmitía mi alegría rápidamente a través de Twitter:



Efectivamente. Una de las cosas que definirán sin duda el resto del viaje, desde el lunes hasta el viernes, es la presencia importante y reiterada del wi-fi como sistema de comunicación gratuito. Empezamos a entrar en una era donde disponer de él se torna prácticamente en una obligación, no sólo ya por el ocio, sino por el hecho de consultar reservas, información práctica o mapas online.

Sin más, de manera puntual y sorprendentemente corta, aterrizamos cerca ya del mediodía en un lejano aeropuerto de Vantaa, al noreste de la ciudad, a unos 20 km aproximadamente:
Mi única compañía es la mochila. Una mochila que de sobras sabéis ya con qué suelo llenarla y a la que en esta ocasión hay que sumarle el peso extra de una cámara GoPro equipada con su arnés y su armazón de metacrilato. Pero ya llegaremos a ese punto. Salimos del interior del aeropuerto y hay que encontrar la manera de llegar a Helsinki, al centro de la ciudad concretamente.

Pequeño inciso que os será útil para el resto de bitácoras y entradas sobre Finlandia: tomad cualquier precio que conozcáis en España, doblad su valor y obtendréis exactamente lo que cuesta algo en tierras finesas. ¿Que en Barcelona o Madrid trasladarse del aeropuerto a la ciudad cuesta unos 3 euros? Aquí al lado tenéis una muestra de lo que costaba el billete de autobús que nos lleva directamente a la Helsingin Rautatieasema, o lo que es lo mismo, la estación central de trenes de Helsinki.

Unos 20 minutos más tarde y tras un par de paradas secundarias, llegamos al centro neurálgico de la ciudad finlandesa. Antes de tomar el autobús (proporcionado por la compañía Finnair) me encargué de cargarme la mochila un poco más con un par de folletos y mapas 100% útiles para cualquier escapada de este tipo, como por ejemplo el mapa de la ciudad:
Una vez más la constante se repetía, el wi-fi y los cargadores de dispositivos eléctricos no sólo estaban presentes en el aeropuerto, sino que también hacían acto de presencia en el mismo autobús. ¡Qué placer poder decir a los tuyos que has llegado bien! O en este caso, poder expresar tus deseos más internos...



La Rautatieasema no deja de ser una estación central más, sin demasiadas florituras en sus galerías interiores, forradas a lado y lado de tiendecitas y puestos de venta diversa. Pese a todo, el encanto luce en su exterior, con fachadas de art decó y una arquitectura exquisita de Eliel Saarinen que la ha hecho valer premios a una de las estaciones de tren más bonitas del mundo en varias ocasiones.
Es momento de orientarme. Ni siquiera me he fijado en la hora que es, mi somnolencia y agotamiento físico y mental (pensad que a esta hora del día ya se cumplían 24 horas sin dormir, por el trabajo) hacen que solo piense en llegar al albergue que tenía reservado para dos noches y dormir plácidamente hasta el día siguiente.

Saco de la mochila el limpio e impecable mapa de la ciudad, donde localizaré mi situación, mi destino y el camino que tendré que seguir hasta él. Previamente al viaje había mirado un poco el sistema de transporte de la ciudad ya, pero con un mapa grande delante siempre se hace mucho más fácil.

Helsinki presenta dos medios de transporte público principales: el tranvía y el metro. Olvidad taxis (o despedíos de un riñón) y olvidad autobuses ya que son muy escasos y alejados del bullicio céntrico.

Lo primero que debía hacer era localizar el metro para desplazarme hasta una parada que me dejaría a medio camino entre la estación y el albergue, para así caminar un poco y aprovechar para ver parte de la ciudad a pie. En la miniatura del mapa que os he colgado aquí os he marcado el recorrido entero que debía hacer.

El servicio de metro en Helsinki es muy cómodo, rápido y pese a que tiene un precio elevado, tampoco lo es tanto como podríamos suponer. La calidad de los trenes es aceptable, suele tener una regularidad de 2-3 minutos y como tan solo ofrece una línea única con una bifurcación al final, perderse aquí es prácticamente imposible si leéis bien los carteles situados en la estación.


Tras tomar la parada de Railway Station, debía recorrer unas cuantas paradas más hasta poder llegar a Hakaniemi, donde debería salir al exterior y continuar mi camino, de unos 30 minutos, a pie.
Tras abandonar esta zona de la ciudad me adentraba en un parque natural rodeando un gran lago central, bordeado también por las mismas líneas de tren que llegaban a la Rautatieasema. Tras unos 15 minutos caminando por maravillosos parques y avenidas repletas de arboledas me pareció vislumbrar algo.

Espera un momento... ¿no es eso una torre de gyro-drop?¿Y eso una torre de observación?¿Y...? Efectivamente, había encontrado el cofre del tesoro que desviaría por completo los planes para el resto del día, me encontraba a escasos metros del parque de Linnanmäki, mi objetivo para el martes, no para ese lunes, recordemos:
Definitivamente, creo que a los que nos apasiona este mundillo, aquellos o aquellas que vivimos al máximo las emociones, el descubrimiento de nuevas estructuras, de nuevas rides, de nuevas sensaciones, los que nos alimentamos de theming y adrenalina a partes iguales, tenemos algo en el ADN que hace que cuando estemos a apenas un centenar de metros de la verja de cualquier parque, nos entre un gusanillo, un hambre, una vibración en el corazón especial.

Y no pude (ni quise) evitarlo. El parque cerraba a las 21:00, eran las 16:00 así que ni corto ni perezoso, pocos minutos después de pasar por el lado del parque, tenía ya en mis manos el preciado billete que me daba acceso a todas y cada una de las rides del parque a través de su wristband.

El sistema de acceso y tickets de Linnanmäki se asemeja mucho al sistema tradicional de parques de atracciones antiguos europeos: puedes elegir entre pagar cada ride por separado mediante tickets individuales o puedes adquirir la wristband (aquí llamada Hupiranneke) que te da acceso cuantas veces quieras a todas las rides que tiene el parque, sin distinción. En este caso la Hupiranneke sale por 39€, un precio elevado si tenemos en cuenta que es un parque relativamente pequeño pero olvidad los estándares del sur, en Finlandia todo es algo (o mucho) más caro:
Armado ya con mi pulsera plastificada, es momento de hacer un primer barrido del parque (¡y qué primer barrido, nada más y nada menos que 4 horas largas!).

Linnanmäki es un parque con relativa antigüedad (data de 1950) y pesan en él ciertas marcas inequívocas del paso del tiempo, sobretodo en theming o en el uso de viales estrechos, edificios de estilos arquitectónicos pasados, grandes zonas ajardinadas (en pos del aburrido cemento de hoy en día) y, lo más importante, una colección de rides y coasters que resume a la perfección la evolución de este mundillo en los últimos 50-60 años:
Trata de conservar figuras ornamentales y temáticas dignas de admirar, entremezclándolas con coasters de rabiosa actualidad y homogeneizando un espacio en el que tan buen punto puedes sentarte en un banco con 40 años de edad como contemplar una señal puesta a principios de esta misma temporada:
Pese a que las coasters son su fuerte (en la bitácora del día siguiente ya os haré partícipes de ello) el parque presenta una variedad de rangos de edad, características y detalles que hacen que prácticamente toda la família pueda beneficiarse de él, incluso los más mayores. Y si el calor apreta, no es problema, disponemos de un par de buenas rides acuáticas para refrescar un poco el cogote:
Por no hablar de su mítica Vuoristoriata, tratada aquí como todo un elemento diferencial e histórico y, a decir verdad, sin temor a decir una barbaridad, creo que estamos frente a la mejor coaster del parque (pese a tratarse de una clónica de la anciana Rutschebanan, del anciano Bakken (Dinamarca):
Linnanmäki ofrece también algunos combos interesantes (que me ocuparé más bien de comentar en la siguiente entrada correspondiente a la visita exhaustiva del parque) que son el resultado de una inversión de cara a las nuevas generaciones, con rides punteras o únicas en su momento y un aprovechamiento razonable del espacio. El problema con el parque de atracciones de Helsinki no es el espacio (pues prácticamente está rodeado de zonas ajardinadas y terrenos vacíos) sino la orografía del terreno, tremendamente rocoso y lleno de enormes bloques de piedra que dificultan al máximo el asentamiento de soportes, cimentaciones fijas o excavación de cualquier tipo:
Llevaba muchas horas sin ingerir nada de nada más allá de líquidos y azúcares (por aquello de que a 32º de temperatura el cuerpo lo necesita). Así que decidí dar una oportunidad a uno de los 3 grandes restaurantes que presenta Linnanmäki en toda su extensión. El elegido fue el Jarrumies, un restaurante basado en el mundo del submarinismo y los viajes de corsarios, pero que tampoco presenta un nivel de theming extremo, apenas un par de estatuas decorativas y poco más. 
Menú de un solo plato con refresco (se podía hacer refill sin problema), el plato elegido fue una especie de variedad de los demás menús, con nuggets de pollo, albóndigas aromatizadas, aros de cebollas, tomate fresco y sticks de pepino, acompañado de una salsa tártara muy rica. Este restaurante presentaba unas vistas directas a la zona de Vuoristorata, que hacían muy amena la ingesta.
En resumen, un primer encuentro con los parques finlandeses la mar de productivo, con un montón de información recopilada a lo largo de las 4 o 5 horas que pasé en el parque y que me ayudó tremendamente a poder visitarlo al día siguiente con mucha más seguridad y sabiendo bien dónde estaban situadas las cosas más interesantes.

Me familiaricé con los precios, con el sistema de rides, con su attendance, sus ciclos y con la actitud en general del personal (que he de decir que fue cordial y muy efectiva en todo momento). La siguiente jornada prometía mucho:



La jornada termina cuando al salir del parque por el acceso sur me desplazo apenas a unos 800 metros de distancia por una de las avenidas que bordean el parque y en dirección al albergue que había reservado y pagado para dos noches en Helsinki. ¿Porqué albergue? Porque los altísimos precios de alojamiento de la ciudad me tiraban para atrás a la hora de poder reservar una habitación en hotel (que es lo que acostumbro a reservar) y se convertían en prohibitivos.

Decidí aventurarme y reservar un espacio privado en una habitación con 8 habitáculos, separados por cortinas de un pasillo central (lavabos, duchas, cafetería y cocina en zonas comunitarias) en un hostel llamado Vuokrahuone Design Accomodation y a un precio igualmente caro, pero no tanto como los hoteles.

Pese a que en un principio tuve problemas con el código de acceso a la zona de habitaciones, una rápida gestión tras el pánico de quedarme en la calle esa noche hizo que pudiera acceder finalmente. 

Las 23:00h del primer día del viaje. Mi cuerpo descansa ya en la cama/litera del Vuokrahuone. Podríamos decir que el día acaba de manera exitosa, ya estoy en Helsinki, ya tengo alojamiento y ya he podido visitar el primer parque de atracciones del viaje. Queda mucho por delante...


Hablamos mañana...
(Nähdään huomenna...)

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