lunes, 29 de junio de 2015

Bitácoras desde USA (parte 5)


Tan solo llevamos a las espaldas 4 jornadas completas de viaje y ya atesoramos en nuestra particular colección 4 parques y prácticamente 30 credits totalmente nuevos. Como rápidamente os habréis podido dar cuenta, esta edición del RollerCoaster Team TOUR ha sido la más completa y copiosa de todas, sin duda.

Pero el viaje continúa, en la anterior bitácora habíamos recorrido 400 kilómetros hacia el norte, atravesado dos estados y nos habíamos situado en el que se ha convertido en uno de los estados fetiche del grupo: Pennsylvania.

Llevábamos años siguiendo y deseando un parque de atracciones del que todo el mundo hablaba y ahora, por fin, la visita era una realidad. Esta era la jornada en la que pondríamos pie en el ansiado parque de Knoebels.


Día 5: Un genuino pedazo de EEUU

El nivel de agotamiento físico y mental empezaba a hacer mella en nuestra presencia matutina, casi fantasmagórica, pero saber que durante esta quinta jornada íbamos por fin a ver y probar cosas como Phoenix o Impulse, nos reportaba instantáneamente energías y ansias de llegar por fin a nuestro destino. El parque se situaba a unos cuantos kilómetros de donde pasamos esa última noche, así que ese día decidimos madrugar bastante para poder llegar a las puertas del parque con suficiente tiempo.

Pese a que en el hotel desayunamos de manera ligera (el clásico bol de cereales y pancakes) decidimos parar en una gasolinera para repostar combustible y aprovechamos para hacer unas compras algo más, por así decirlo, autóctonas:


Atención al menú de hoy: una bolsa de Bacon Jerky (ya conocéis mi adoración por todo lo que contenga Jerky en el envoltorio), un bastoncillo de carne con sabor a nachos (la típica carne con sabor a nachos, vaya) y lo más raro de todo: una bebida energética a base de extractos de roble, así tal como lo leéis. Cítrica, pero bastante asquerosilla, para qué negarlo.

Despejados y enérgicos, vislumbrábamos ya las primeras muestras de que nos acercábamos a nuestro objetivo:


Y unas cuantas millas más, tras seguir un par de carreteras locales y atravesar frondosos bosques, giramos una curva e inmediatamente nos encontramos con la pista inequívoca de que estábamos en el lugar correcto:


Knoebels es un parque MUY tradicional, con una estructura, gestión y distribución que nos puede recordar a los parques más antiguos de Europa (Tivoli Gardens, Bakken, Wiener Prater) en el sentido de ofrecer atracciones sin apenas theming pero con encanto propio y que apuesta fuertemente por la autogestión y la familiaridad desde hace décadas.

Tan único es en su especie que incluso su sistema de cobro también difiere de lo que estamos acostumbrados: no hay tickets. Existen unas tarifas que se acomodan a la necesidad que tengamos de riddear "todo" o "todo" más algunos extras (como el telesilla panorámico que nos lleva a la montaña). En nuestro caso adquirimos unos tickets que por algo menos de 30 dólares nos permitían riddear prácticamente todo hasta las 7 de la tarde. Y en vez de darte un comprobante en papel, un ticket o una entrada de recuerdo, te estampaban esto en la mano con una tinta super potente (no es coña, nos duró el rastro un par de días incluso duchándonos):


Ahora que ya estábamos "sevenizados" era momento de plantearse la visita a un parque realmente difícil de completar, en el sentido de que no hay un orden de calles o rutas, sino que está todo construido en el interior de un amplio bosque, con multitud de senderos y jardines y la posibilidad de tirar por mil direcciones.

Tardamos poco en decidir qué sería lo primero que cataríamos en Knoebels ya que las ganas nos pudieron y, a su vez, yo debía cumplir un número especial como buen coaster-freak: mi credit número #450. Puedo decir orgulloso y contento que el credit elegido para semejante azaña fue la inconmensurable joya de Flying Turns:


Numerosas noticias, 8 años de construcción, problemas burocráticos, técnicos, meteorológicos y logísticos han hecho que Flying Turns se convierta en una de esas coasters que nada más entrar a las colas sabes que es totalmente única en el mundo. Y esta lo es de sobras.

Jamás en la vida he podido experimentar la suavidad de viajar en un tren de coaster como en ella. Decir que es suave es quedarse corto y desde la estación (donde te distribuyen en uno de los 3 trenes según tu peso corporal) hasta las hélices de su layout desprenden ese aroma a nostalgia y tradición que tanto nos gusta a much@s de nosotr@s. Flying Turns es una de esas coasters que tienes que hacer en tu vida sí o sí, una MUST con todas las letras.

Cuando apenas tuvimos tiempo para asimilar el atracón de nostalgia que nos habíamos metido entre pecho y espalda es cuando encaramos el otro gran reto del parque, una coaster que ha recibido baños y baños de hype coasteril y que finalmente no resultó ser, ni mucho menos, aquello que tanto cacareaban. Me refiero a la legendaria Phoenix:


Con Phoenix me ha ocurrido lo mismo exactamente que me ocurrió en su día con Balder, en Liseberg. Numerosas webs especializadas la ponían por las nubes, vanagloriaban su recorrido y decían que riddearla era prácticamente tocar el cielo con los dedos... pero al final resultó ser una coaster más.

Y Phoenix es igual.

Que sí, no os negaré que tiene una colección de airtimes que no te los acabas (todos ejecting, de los que te hacen levantarte sus buenos 10 centímetros del asiento, sin exagerar) pero pese al mérito que tuvo en su día la recolocación y remontado de su estructura, Phoenix resultó ser una coaster más en la lista. Ni mucho menos aquello que me prometieron por activa y por pasiva:


Pero bien, la teníamos ya en nuestros currículums y ahora era hora de echar un vistazo al resto del parque (tened en cuenta que nos encontramos ante un recinto con casi 40 atracciones y 6 credits, así que no es moco de pavo).

El siguiente objetivo de la visita era otra woodie, pero el problema es que para llegar a ella tuvimos que tramitar el paso y catado de varias rarezas de las que tanto nos gusta disfrutar en los viajes, como es el caso de StratosFear, una free-fall de rarísima factura y estructura y con la característica de que una vez llega a su punto más alto cae a peso al instante, sin parar para permitir disfrutar de vista alguna. Las caras de Marc y Raúl certifican la bajada vertiginosa:


Como os decía la siguiente en la lista fue Twister, una woodie que en este caso SÍ me gustó y sorprendió y que, en comparación con la legendaria Phoenix, me parece que está muy infravalorada:


Haciendo honor a su nombre, Twister es un homenaje a la curva en todo su esplendor, sin dejar apenas tramos de rectas en su recorrido (de hecho los únicos tramos rectos en todo el layout son los dos lifts que encadena hasta alcanzar los 31 metros) y es que incluso cosas tan lógicas como los brakes finales, el transfer o la estación (sí, la estación) están curvados. No hay lugar para las rectas. Ya solo por ese tremendo trabajo de diseño por parte de Philadelphia Toboggan Coasters este credit merece para mi el aplauso del día.

Pese a que si nos tenemos que poner a aplaudir, hagámoslo mejor de pie a través de otra de las rarezas que atesora Knoebels en su interior y que me dejó totalmente encantado a la par de atónito. Hace unos años, cuando todo el mundo estaba expectante por la inauguración o no de Flying Turns, el parque decidió completar la maratoniana labor de recolocar una powered coaster traída desde el difunto parque de Dinosaur Beach, en New Jersey y que databa de 1960.

Un par de años después, muchas horas de trabajo y tematización y unos cuantos rediseños después, traían al mundo Black Diamond:


Definir Black Diamond se me antoja difícil cuanto menos. ¿Diríamos que es una dark ride? Lo es. ¿Diríamos que es una atracción de paseo? Lo es. ¿Diríamos que es un credit?:


Ok, ¡adjudicado!

El hecho es que viajaremos durante un par de minutos a bordo de unas geniales carretas mineras y descubriremos decenas de animatronics, efectos de escenografía, iluminación, agua o humo y un sinfín de trucos visuales para hacernos creer en todo momento que estamos recorriendo una enorme mina americana:


Con cuatro de las seis coasters que tiene el parque probadas ya, un buen puñado de rides y la sensación de que más o menos teníamos la sartén cogida por el mango, decidimos parar para descansar un poco, debatir sobre todo el aluvión de sensaciones que nos estábamos llevando y llenar un poco el estómago con gastronomía del lugar.

Knoebels tiene mucha fama de ofrecer al visitante una riqueza gastronómica importante, basada evidentemente en comida rápida y de parque, pero con mucho nivel de calidad y detalle y lo pude comprobar rápidamente con este menú de fish&chips acompañado de una ración de (redoble de tambores) macarrones con queso fritos (sí, los triangulitos que parecen nuggets son macarrones con queso rebozados y fritos). No pongáis esa cara, os aseguro que no habréis degustado nunca una pieza de paraíso como esos macarrones con queso fritos:


Tiempo de digestión, tiempo de paseo, tiempo de sacarnos estampas tan idílicas como simpáticas, en esta ocasión acompañados de Kozmo y Dexter, las mascotas del parque:


Y momento también de encontrarme cara a cara con algo que no tenía en absoluto pensado hacer y que ahora ya puedo decir que he hecho: encontrar y riddear el que está considerado como el mejor carousel del mundo:


No me voy a entretener mucho en dar explicaciones porque prefiero extenderme a gusto a través de una Foto de la Semana que dedicaré sin duda a este Grand Carousel, pero el hecho es que hay una mecánica en su interior, un sencillo juego de habilidad, que convierte este tiovivo en toda una experiencia única en el mundo. Y no lo digo yo, ¡lo dicen los prestigiosos Golden Ticket Awards!

Sólo os daré una pista: anillas en la boca del león.

Aunque parezca mentira dejamos para la media tarde la que es la gran novedad de 2015 del parque, una novedosa coaster de acero facturada por Zierer y que ha sorprendido a tod@s por su similitud en estructura y funcionamiento con una ya clásica eurofighter de Gerstlauer. Y lo cierto es que se parecen y mucho ambos estilos, tanto que de no ser por el diseño de los trenes, Zierer podría venderse como Gerstlauer con un proyecto como esta Impulse:


Con menos baches de los esperados y un layout bastante compacto y limpio, sí que Impulse no supone la coaster del año (ni mucho menos) pero significa un aliciente más que válido para atraer a una clientela algo más teenager al parque. Una pieza importante de marketing que pasará sin pena ni gloria al recuerdo coasteril de Knoebels.

La que sí resultó ser una pieza, aunque más bien de tortura y mareo, fue la rarísima y muy difícil de encontrar Satellite:


Su nombre técnico es Roll-o-Plane y se trata de una ride que todavía podemos localizar en las ferias locales de EEUU pero de la que únicamente quedan dos especímenes operativos en parques (uno en Lakeside Amusement Park y otro en Knoebels).

En su día, con el consiguiente análisis del parque, me dedicaré a hablaros más de ella porque os aseguro que es una rareza entre rarezas, una ride en la que pasarlo mal, marearse y experimentar las fuerzas puras de las inversiones se unen, ofreciéndote la posibilidad además de llevarte un buen moratón en las piernas como fue mi caso.

Repito por enésima vez que Knoebels es un parque de singularidades y justo en el centro del parque encontramos una de ellas, quizás de las más icónicas. Por el interior del parque discurre un riachuelo que ofrece numerosas vistas de postal y que además cruzan media docena de puentes ditribuidos por toda la extensión del recinto.

El más famoso de ellos es el Covered Bridge, un robusto puente de madera que consigue girar por completo las normas del gamberrismo y ofrece al visitante, descaradamente, la posibilidad de pintar/firmar todos y cada uno de los rincones del mismo. De hecho los soportes del techo son planchas de madera desmontables que el parque se encarga de exponer en su propio museo:


Y es que dejar tu firma o nombre en el Covered Bridge no es un acto de rebeldía, sino una tradición, así que me saqué el rotulador de la mochila y no dudé en estampar un par de firmas en la madera (spam incluido):


Uno de mis propósitos personales de cara a final de la jornada fue el de llevarme al bolsillo la mayor cantidad de rarezas y particularidades del parque (algo con lo que disfruto como un verdadero niño), así que me dispuse a probar una ride bastante oculta en el parque pero que me ofreció un punto de vista privilegiado: Pioneer Train. Un trenecito alimentado por gasolina que nos llevará desde uno de los extremos del parque, bosque hacia adentro hasta llegar a encontrarnos cara a cara con la vida salvaje del bosque más frondoso, pasando por la base de Twister y sus numerosos footers y soportes de madera:


¿Queréis más rarezas? Vamos a por otra: Fascination. ¿Qué es Fascination? Básicamente es un juego de habilidad montado en el interior de un recinto a modo de caseta y que por momentos nos puede recordar a una mezcla de caseta de juego y tómbola.

La particularidad de Fascination es que debemos jugar con una pelotita, intentándola colar por unos agujeros y completando un orden concreto para rellenar una cuadrícula de luces. Haciendo una linea completa (o varias) ganaremos tickets que más tarde podremos cambiar por premios que haya expuestos en el lugar:


Más o menos esa podría ser una definición técnica, pero si os tengo que ofrecer una definición más detallada y precisa es esta: VICIO. Sin más. Nos tiramos una hora larga jugando a este juego y quemando centavos y dólares como puros ludópatas.

Tanto fue así que para cerrar nuestra visita al parque decidimos echar una buena tanda de partidas y ponernos a charlar con el dueño del local, un amable señor (que nos dijo su nombre pero lamentablemente se me ha extraviado en la memoria) que con una gran sonrisa y pasión nos explicó que este es un negocio familiar de generaciones atrás. Nos habló del parque, de como Knoebels escapa totalmente del corporativismo que lideran las grandes majors, de la tendencia militar que podemos encontrar en algunos rincones del parque y la cosa llegó a derivar incluso a hablar de la crisis, la política o la inmigración.

Siempre os he dicho que el RollerCoaster Team puede ser una manera rápida (y algo cara) de atiborrarse de parques y coasters durante algo más de una semana, pero lo que sin duda os aseguro que es el RCT es una forma de cosechar experiencias y anécdotas tan inolvidables como la charla que tuvimos con este señor:


Por supuesto vale la pena remarcar que Knoebels es un parque en el que se explota por completo la idea de que cerdos gigantescos y sonrientes puedan comerte la cabeza sin ningún tipo de miramiento, algo a lo que sabéis que no me puedo resistir jamás:


Y pese a que no he nombrado ni la mitad de las cosas únicas y remarcables que nos encontramos en el parque, he de apurar un poco porque recordemos que esta entrada es una bitácora, no un análisis de parque (en el cual me extenderé mucho cuando me ponga a escribirlo, os lo aseguro).

Knoebels resultó ser un diamante pulido. Una de esas joyas que guardas en la despensa de lo mejor de lo mejor. Un tesoro.

Un parque que quizás no pueda fardar de tener grandes monstruosidades de acero y madera, quizás sus rides y coasters no sean innovadoras o punteras, quizás en sus tiendas no encontraremos camisetas de franquicias de superhéroes o cantantes de moda, pero lo que os puedo asegurar que viviréis con una visita a Knoebels es un viaje a las últimas 6 o 7 décadas de Estados Unidos, un viaje a lo rural, a la diversión en su máximo esplendor, a lo más tradicional y puro:


Visitar Knoebels sería algo así como ese viejo que descansa en su mecedora, en su maltrecho porche de madera con un banjo entre las manos, un rifle apoyado en la pared y su perro pulgoso a los pies, observando los bosques y montañas que se extienden frente a él mientras masca tabaco puro en su boca. Ese viejo con el que quizás nadie habla, pero que si te acercas a él tiene mil historias que explicarte hasta bien entrada la noche.

Bien entrada ya la noche fue momento de regresar a un nuevo hotel (previa compra de comida en uno de esos supermercados titánicos que encuentra uno cada pocos kilómetros a lo largo de las carreteras estadounidenses) y ponernos a cenar en el hotel, que era en realidad algo así como un apartamento con zona de comedor y habitación separadas.

La última anécdota de la noche la marcó el hecho de que mientras cenábamos, en pleno horario de prime time en Discovery Channel pusieron un capítulo de Insane Coaster Wars en el que enfrentaban, con razonamientos plenamente absurdos, 4 grandes coasters: Diamond Back, Intimidator (de Carowinds), Millenium Force y Kingda Ka.

¿Qué mejor manera de despedir la jornada que esa? Y tras ello, el descanso de la cama, más que merecido ya que al día siguiente tendríamos muchos, muchísimos kilómetros por recorrer, de nuevo en dirección al norte...

See you later!

2 comentarios:

  1. [...]observando los bosques y montañas que se extienden frente a él mientras masca tabaco puro en su boca.[...]

    ¿Tabaco puro? Ofrezco cambio:

    http://ecx.images-amazon.com/images/I/41S%2Bod3Ke6L.jpg

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  2. Menuda Bitácora! Uno no puede evitar que se le escape alguna lagrimilla cuando haces que nos venga a la mente alguna de muchas anécdotas que nos han pasado junto a aquellos que más queremos durante algun viaje. Y es que, al final, esta pasión es solo una excusa para vivir los mejores momentos de nuestras vidas.

    Mucho ánimo con las publicaciones! Son fantásticas! Ya esperamos la siguiente...

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