lunes, 9 de marzo de 2015

Recuerdos de China (parte 1)

Como ya creo que indiqué a principios de este año en el blog o quizás a través de las redes sociales, no recuerdo muy bien ya dónde escribo qué, una de mis intenciones de cara a este 2015 es la de abrir un poco más el enfoque del blog y de los contenidos y mostraros no solamente contenido relacionado estrictamente con parques, coasters, rides y demás, sino de mostrar también la otra cara de mis viajes, una cara quizás menos conocida pero que también existe: el turismo general.

Así que una vez finalizado el análisis de todos y cada uno de los parques que visitamos en 2013 el RollerCoaster Team por el genial país de China, me puse a pensar que habían mil y un detalles y anécdotas que quizás no os había podido transmitir porque ocurrieron fuera de los parques y se habían quedado en el tintero, en forma de decenas de fotografías y datos que en su momento tuvieron su protagonismo.

Con la intención de recopilar todos esos pedazos temporales y mostraros algo diferente a lo usual hoy, en Bloggercoaster, inauguro un pequeño viaje a través de todo aquello que pude captar con la cámara y que marcó, sin duda, nuestro viaje por tierras asiáticas. Así os presento la "saga" de entradas sobre:


Viajar fuera de tu propio país siempre te aporta una cantidad de imágenes, recuerdos y momentos que añadir a tu memoria, hay viajes donde la cantidad de estos ingredientes es mayor y hay lugares donde, por lo que sea, quizás la cantidad no se incremente tanto, pero lo que sí os puedo asegurar es que uno de los países donde más instantes de este tipo he podido coleccionar es China.

Ya no es solamente el idioma, las costumbres o la característica fisonomía de sus habitantes, sino el enfoque que se otorga a hechos cotidianos como puede ser tomar el metro o comer. Todo está envuelto de un aire diferente y en ocasiones muy chocante para la cultura occidental y, por desgracia, si pisamos tierras chinas nos daremos cuenta de que muchos elementos tópicos de allí resultan ser prejuicios sin ningún tipo de validez.

Durante esta primera parte del recorrido turístico y anecdótico por el país asiático os mostraré muchos de los elementos que encontramos únicamente durante la primera jornada del viaje (y ya con esto os daréis cuenta de la cantidad de anécdotas que se acumularon en unos 8 inolvidables días de viaje por el país).

Empezamos nuestro trayecto con una escala, un proceso bastante típico si nos decidimos a tomar un vuelo de larga distancia (generalmente intercontinental). Tomamos el vuelo a primerísima hora del día, con el sol despuntando todavía en el horizonte de Barcelona y en apenas un par de horas nos plantamos en Zurich (Suiza), un aeropuerto que todavía no había añadido a mi particular colección de aeropuertos del mundo y que nos sorprendió por el enorme detalle y diseño de sus terminales, impoluto, altamente estético y muy tecnológico:

El primer momentazo del viaje, independientemente de completar esta primera escala que nos "retuvo" en el aeropuerto germano durante poco menos de 2 horas de tiempo, fue el de adquirir las tarjetas de embarque a Shanghai, un elemento preciado para el viajero primerizo y que nos encargamos de inmortalizar con esta improvisada autofoto:


He de reconocer que a lo largo de estos últimos años he perdido un poco el entusiasmo que tenía al principio por el concepto de los vuelos. En los primeros siempre le sacas fotografías al avión, te fijas en el modelo, observas todos los detalles... e incluso escuchas las instrucciones de las azafatas justo antes de despegar. Ahora la verdad es que muchos vuelos me los tomo como si fueran un paseo en tren o autobús, solo que un tren o autobús mucho más silencioso, cómodo y rápido, claro.

Sea como sea, hay una diferencia sustancial entre los aviones usados para vuelos intercomunitarios (los clásicos low-cost que todos solemos pillar alguna que otra vez) y los vuelos regulares de largas distancias. Para estos últimos se utilizan aviones de un tamaño superior y unas prestaciones algo avanzadas que hacen que las 6,7 u 8 horas que tengas que permanecer a bordo se hagan, cuanto menos, algo más amenas.

En nuestro caso volábamos a Shanghai a través de la compañía suiza Swiss Airlines, una de las mejores compañías con las que jamás he volado, máxima puntualidad, trato exquisito al cliente, aviones equipados a la última y comodidad envidiable. Si tenéis pensado volar y no os importa pagar un poco más, Swiss Airlines es la clave:


Del interior del avión no tengo imágenes porque una vez guardé la cámara decidí sumergirme por completo en el ambiente de un viaje de este calibre: ver películas en la pantallita incrustada en el asiento de delante, echar alguna partida a los videojuegos que vienen incluidos en la consola de la pantallita, comer lo que la tripulación nos servía o iniciar alguna charla amena con Lluís y Jaume, mis dos compañeros de viaje. Todo ello acompañado de alguna que otra cabezadita arropado por la manta que nos facilitó la aerolínia.

Llegados al aeropuerto de Pudong en Shanghai hay un primer momento, una primera toma de contacto que todo el mundo que ha viajado por estos lares ha vivido en algún momento: la humedad.

Nosotros viajamos en junio, en una época del año en la que el centro de China ofrece unas temperaturas que oscilan entre los 15 y los 30 grados, pero el factor que marca por completo tu bienestar es la humedad. Una humedad agobiante, aplastante, muy pesada y que enseguida te debilita a la que camines un poco rápido, algo así como la sensación de que en un lugar en el que vas con manga corta porque es verano de repente alguien ha puesto la calefacción. Cuesta adaptarse a este ambiente un par de horas, luego ya el cuerpo se acostumbra a la pesadez del aire y dejas de sudar, pero es un golpe muy impactante nada más llegar a territorio chino.

Pasados los arcos de seguridad, los trámites de acceso al país (mostrando el visado chino que habíamos obtenido un par de meses antes) y las instalaciones iniciales, tomamos nuestras maletas e hicimos el siguiente trámite obligatorio, obtener yuanes o RMB, la moneda de curso legal en China:


Dentro de sus muchas características particulares, el yuan tiene el inconveniente de que NO se puede obtener fuera de China, es decir, no puedes viajar a China con yuanes en la cartera porque es una moneda que únicamente se cambia una vez has llegado al país. De la misma manera tampoco se puede sacar dinero del país, más allá de algunas monedas y billetes como recuerdo. Con esto imagino que el gobierno y las compañías de cambio de divisa se benefician de poder poner el precio que ellos quieran a la moneda. ¿Un abuso? Totalmente, pero amigos y amigas, cuando uno viaja a tantos miles de kilómetros de casa, lo mejor que puede hacer es sonreír y aceptar la realidad.

El siguiente paso una vez llegamos al aeropuerto de Shanghai fue el de desplazarnos a la ciudad ya que el aeropuerto está situado a unos 40 kilómetros en el radio exterior. Y aquí llega uno de los momentazos del viaje ya que para completar este recorrido la ciudad de Shanghai se propuso construir una de las obras tecnológicas más avanzadas en su momento, el tren Maglev:


Mediante un sencillo principio de levitación magnética, este tren-lanzadera inicia su recorrido apoyado sobre ruedas hasta que alcanza una velocidad inicial de unos 100 km/h, momento en el cual el contacto con el suelo desaparece y se pasa a utilizar un sistema de levitación mediante imanes y el tren, literalmente, flota. Retenido por los raíles, el tren en ese momento alcanza una velocidad punta de, en nuestro caso, 400 km/h.

Dada la alta velocidad del tren el recorrido apenas dura unos 8 minutos, por lo que se convierte en la mejor manera de cubrir la distancia entre el aeropuerto y el centro de la ciudad por apenas unos 8 euros al cambio.

Sin duda lo más impresionante del Maglev es la increíble sensación de velocidad que uno siente a bordo de él, consiguiendo completar una curvatura ligerísima pero con un peralte de casi 45º, como podréis observar en esta fotografía donde Jaume observa la inclinación del horizonte:


Además como el tren es lanzadera consta de 2 carriles, uno de ida y otro de vuelta. Existe un momento del recorrido en el que ambas "balas" se cruzan en el camino, momento que viene anunciado por unas señales luminosas que te recomiendan que no pestañees (aparece un dibujo de un ojo abierto) ya que el cruce se produce en un flash de apenas décimas de segundo. Si estáis acostumbrad@s a viajar en tren o metro sabréis cómo es el cruce con otro tren, pues imaginad si vosotros vais a 400 km/h y el otro tren también. Es un abrir y cerrar de ojos, literalmente.

El Maglev finaliza su corto recorrido en la estación de Longyang Road, donde encontraremos un enlace directo con la estación de la línea 2 (verde) del metro, con el mismo nombre.

En ese pequeño enlace mediante escaleras mecánicas e inacabables pasillos plagados de publicidad ininteligible me encontré una curiosa estampa publicitaria con el famoso jugador de fútbol Lionel Messi, promocionando una cadena de productos dietéticos y con una clara estilización de su rostro, los colores e incluso el peinado o los ojos. Una muestra de que incluso con los famosos se estilizan los retoques de distinta manera conforme nos movemos por países o culturas lejanas:


Nuestro primer viaje en metro nos llevaría desde Longyang Road, al sudeste de la ciudad, hasta Nanpu Bridge, en la línea 4 (lila) haciendo un transbordo en la estación de Century Avenue. Ese primer y rápido viaje nos llevaría a uno de los puntos arquitectónicamente más conocidos de Shanghai pese a que si visitas la ciudad puede pasar desapercibido, el Nanpu Bridge:


Lo habéis visto en decenas de ocasiones, solo que quizás si os lo muestro en la perspectiva de esta fotografía de arriba quizás no os suene, pero si rebuscamos un poco a través de las imágenes más impactantes y bellas de Internet enseguida lo reconoceréis:


Ahora sí, ¿verdad? En realidad se trata de un enorme puente que se construyó como tantas obras en la ciudad durante la década de los 90 y que rápidamente se convirtió en uno de tantos símbolos de la expansión y apertura de China hacia el mundo, algo que no ha dejado de hacer en los últimos 25 años.

Tras un par de consultas a los mapas que nos habíamos encargado de preparar meses antes del viaje pudimos encontrar por fin el que sería nuestro primer hotel, el Nanpu Rui Peak Hotel, que ofrecía un aspecto imponente con su gran altura, pero que como podéis observar por el entorno, tampoco es que fuese una excepción:

Al contrario de lo que pueda parecer viajar por China es MUY barato. De hecho yo diría que lo más caro del viaje fueron sin duda los billetes de avión (y aún así, con bastantes meses de antelación, no superaron los 500€ incluyendo tasas, echad cuentas) por lo que el precio de una habitación doble o triple por noche jamás superaba los 10-15€ ofreciendo unas características de habitación bastante buenas. En el caso de este primer hotel se trataba de un 3 estrellas con un espacioso balcón que nos ofrecía unas inmejorables vistas de la ciudad antigua de Shanghai y al fondo algunos de los edificios de la ciudad nueva, bordeando por completo un entresijo de callejuelas y pasajes totalmente protegidos por el ayuntamiento de la ciudad:


Debo aclarar a estas alturas de nuestro paseo que pese a que salimos de Barcelona a primera hora del día, cuando llegamos a Shanghai también era primera hora del día (es decir, consumimos 24 horas solares desde el inicio del viaje hasta el final del mismo), así que el día en la metrópolis asiática no había hecho más que empezar. Nos esperaban por delante 15 interminables horas de visitas a parques, turismo y muchos viajes en distintos medios.

Segundo viaje en metro a través del servicio de transporte subterráneo de Shanghai. El sistema del metro en esta ciudad funciona por distancia recorrida, variando la tarifa del ticket en función del destino que tomemos y de la cantidad de transbordos que realicemos. Las numerosas máquinas expendedoras que hay antes de acceder a las estaciones están en un perfecto inglés, por lo que adquirir los "billetes" os será terriblemente fácil.

Y digo "billetes" entre comillas porque en Shanghai para acceder y salir del metro utilizamos unas tarjetas de plástico reutilizables. El concepto es que tu pagas y la máquina te da una tarjeta con una banda magnética similar a una tarjeta de crédito, con esa tarjeta tu entras a través de unos tornos:


Y una vez llegas a tu destino tienes que introducir la misma tarjeta en un torno de salida que se queda la tarjeta y te abre la puerta. En ningún momento se hace uso de tickets o billetes de cartón o papel ya que toda la información acerca de tu viaje viene integrada en la banda magnética. ¡Aprenda occidente!

Hay que aclarar también que pese a que el sistema de pasillos, escaleras y rutas por el subsuelo de Shanghai es similar al que podemos encontrar en cualquier otra ciudad occidental, hay varios aspectos a tener en cuenta cuando te adentras en estos hormigueros humanos. El primero de ellos es que antes de acceder por los tornos de acceso que os he enseñado arriba deberemos pasar por un arco de seguridad si llevamos una bolsa o mochila (como era nuestro caso). Algo similar a lo que encontramos aquí normalmente en los aeropuertos y en algunas estaciones de tren. Una vez revisado y chequeado esto, deberemos buscar el andén donde localizaremos nuestro correspondiente tren.

Otro elemento diferenciador y que nos impactó muchísimo es concepto del orden. En China (y de manera más general en el este asiático) hay un sentido muy estricto del orden, sobretodo en lugares públicos o de mucha masificación de gente como es indudablemente el transporte suburbano. Tal es así que una vez llegamos al andén nos encontraremos cristaleras con puertas de apertura automática una vez llega el tren (y evitar tragedias debidas a la masificación de los andenes) y se da un hecho que nos dejó perplejos:


Efectivamente, la gente espera al metro formando filas de acceso al vagón. De hecho si os fijáis más, en el suelo hay indicaciones que marcan dónde se deben formar estas filas y que corresponden a la izquierda y derecha de las puertas, dejando la zona intermedia para los que deben abandonar el vagón. Un sistema que puede parecer demasiado estricto, pero que os aseguro que evitó por completo los choques y malentendidos con la gente que abandonaba el tren a toda prisa. De nuevo: ¡Tome nota occidente!

Una vez dentro del metro nos debíamos desplazar al centro neurálgico de la ciudad primero tomando la línea 4 (lila) y luego enlazando con la línea 2 (verde) hasta llegar a la estación de Lujiazui. El aspecto interior de los trenes del metro de Shanghai es algo así (adivinad dónde está el rubio que acaparaba constantemente la atención de los asombrados urbanitas chinos):


Saliendo al exterior de nuevo enseguida nos dimos cuenta de la riqueza arquitectónica que tiene esta parte de la ciudad, plagada de megaestructuras, grandes pasarelas, rascacielos infinitos y un elemento que teníamos en nuestra guía bien marcado y donde encontraríamos el primer credit de todo el viaje, la Oriental Pearl Tower, una aguja de 468 metros de altura en la que nos encontramos diversos miradores, un pequeño centro de ocio con teatros en 4D, simuladores, un museo, un restaurante y sí, una junior coaster de Vekoma.

Por si os interesa, en su momento ya escribí un análisis completo tanto del edificio como del "parque" situado en aquellas alturas, pero aquí dejo la fotografía que corrobora uno de nuestros primeros credits turísticos:


Y sí, subimos a una altura de más de 250 metros, nos atrevimos a andar por el mirador acristalado y esta fotografía que amablemente nos tomaron unos visitantes chinos así lo demuestra:


Descendiendo de las alturas y avanzada ya la media mañana nos encontramos con otro elemento de restauración que llamó nuestra atención y al que podéis echar un vistazo si os encontráis en la base de la Oriental Pearl Tower, se trata de una cafetería/restaurante tematizado total y completamente por la marca CocaCola. Todo allí adquiere las tonalidades de la mundialmente conocida marca de refrescos:


Y como no queríamos coincidir con la hora de la comida de las decenas de miles de ejecutivos y trabajadores de la zona, decidimos hacer el primer alto en el camino para probar un bocado chino. Y bueno, chino era, desde luego, pero lo cierto es que quisimos romper con una de las primeras curiosidades del visitante occidental y decidimos comer en el McDonalds que hay situado a escasos metros de la torre.

Los menús de McDonalds, escritos totalmente en chino, únicamente muestran en números el precio del menú y las calorías del mismo, así que se hace terriblemente útil el hecho de que vayan acompañados por las típicas fotografías de enormes y jugosas hamburguesas, con lo que señalar con el dedo se convierte en la opción primordial. Aparte de eso, la estructura del menú es similar a la norma occidental donde encontramos hamburguesa como plato principal, un refresco y un acompañamiento en forma de patatas fritas. Pero debéis tener mucho cuidado, ya que el pan de las hamburguesas es especiado o con semillas variadas y generalmente las hamburguesas pican y son mucho más intensas de sabor:


No se si se aprecia mucho, pero el precio de este McMenú fue de 27,50 RMB, lo que vendría a ser unos 3'80€. Y estamos hablando de posiblemente uno de los McDonalds más concurridos y populares de la ciudad, así que con esto os podéis hacer una idea de cuán baratos están los precios en Shanghai y, por extensión, en toda China.

¡Prosigamos!

Una vez ingerido este primer y picante menú, decidimos atacar el segundo micro-parque del día: People's Park, del que también os realicé hace más o menos un año un completo análisis que podéis releer en cualquier momento.

De camino a este pintoresco parque, situado en una de las plazas más concurridas de Shanghai, me topé con un elemento que acompaña inevitablemente la visita gastronómica a las ciudades chinas: los dumplings. Los dumplings son pequeñas bolas de masa cocida o frita del tamaño de una ciruela que en su interior pueden contener carne, verdura, pescado o prácticamente cualquier ingrediente y que generalmente encontramos listas para tomar en vitrinas de vapor como estas de la fotografía:


Vendría a ser un elemento básico de la gastronomía china y se pueden encontrar por centenares en las calles de Shanghai ya que su preparación es rápida y barata, por lo que su coste también lo es. Posiblemente los hayáis podido probar si habéis visitado algún local de restauración asiática por estas tierras ya que suele ser un elemento típico y extendido mundialmente.

Desde People's Park nos dedicamos a visitar, de manera intensiva, otros 2 parques más (Luxun Park y Heping Park) y a última hora de la tarde, encontrándonos a una distancia bastante grande de nuestro hotel, decidimos tomar un medio de transporte muy generalizado también en una de las ciudades más motorizadas del mundo: el taxi.

Utilizar el taxi tanto para las distancias relativamente cortas como para las largas es la clave, os ahorrará muchísimos dolores de cabeza e incluso os puede generar algunas de las mejores anécdotas del viaje. Y cómo no, todo ello a un precio realmente irrisorio. Un recorrido de punta a punta de la ciudad durante unos 20 minutos no os subirá a mucho más allá de los 40 o 50 RMB, que al cambio vendrían a ser 5 o 6 euros (y si estamos hablando de que nosotros repartíamos entre 3, imaginad las risas):


Por contra todos los conductores de taxi chinos (salvo alguna contadísima excepción) no entienden absolutamente nada de inglés y es francamente difícil que puedan entender incluso la escritura occidental, por lo que en alguna ocasión os podéis encontrar que el taxista directamente rechace llevaros o que no sepa lo que le estáis mostrando en el mapa. No es un hecho aislado y suele ocurrir, id preparad@s y armaos de paciencia.

Una vez regresamos de nuevo a nuestro hotel, con el contador de 4 parques y 4 credits completados, decidimos darnos una ducha reparadora y gastar las últimas energías en adentrarnos en uno de los mundillos más apasionantes que jamás he descubierto: la ciudad antigua de Shanghai.

Pese al bullicio que podemos encontrar durante todo el día, es cuando la luz empieza a bajar cuando se despierta realmente la vida nocturna en Shanghai, las motos eléctricas empiezan a congestionar las calles, la gente empieza a hablar más fuerte, los locales empiezan a mostrar sus puestecitos y en general da la sensación de que una ciudad se acuesta y otra totalmente diferente se levanta:


Un gran consejo que os puedo dar, si os encontráis en este lugar de paseo es que andéis con mil ojos y mucha atención, porque gran parte de los ciclomotores como os he dicho son eléctricos, por lo que se sirven únicamente del claxon para avisar de que se están acercando y son imperceptibles por el ruido del motor, así que id con mucho cuidado si no queréis que os atropellen (las normas de circulación occidentales se quedan en occidente, comprobado).

Conforme nos íbamos alejando de la zona de nuestro hotel nos encontrábamos con calles mucho más estrechas, puestos que invadían fácilmente la mitad del espacio total de la calle, centenares de tiendecitas en cuyo interior se ofrecían labores y trabajos de todo tipo y la sensación de que allí se gestaba una economía plenamente viva y efervescente.

En los mercaditos que se extienden a lado y lado de las calles se puede encontrar literalmente de todo. Desde objetos de tecnología punta de dudosa autenticidad (recordad que aquí impera el Made in China), pasando por decenas de fragancias en forma de hierbas medicinales, ropa de todo tipo y, cómo no, comida.

Y aquí viene otro de esos puntos en los que hay que hacer un cambio de chip y hay que darse cuenta de que estamos justo al otro lado del mundo. En algunos puestos de estos mercados pudimos encontrar animales vendidos con fines puramente gastronómicos junto a otros que aquí en occidente podrían considerarse normales como el pescado o las piezas de carne. En este caso en concreto nos topamos con un puestecito que vendía sapos e incluso especímenes de serpientes:


Y sí, a la posible pregunta de si encontramos o no puestos donde vendieran perros como alimento sí, encontré tan solo UN lugar donde se vendían y fue al cabo de 2 o 3 días de estancia en la ciudad. Pero os aseguro que fue de manera muy puntual, en un mercadillo realmente oculto y no lo encontramos fácilmente. Por lo menos en las inmediaciones de estas calles no fue algo que encontráramos con facilidad, pero sí, existe.

Dicho esto también es inevitable ir paseando y fijarse en elementos de los edificios colindantes a la zona, como es la proliferación masiva de cableado eléctrico de todo tipo (en ocasiones da la sensación de que si una de esas torres se cae se puede liar una realmente gorda). Pero también nos topamos con elementos de un ingenio realmente brillante, como son los tendederos adaptados a la estrechez de las viviendas chinas. Al carecer de anchas fachadas en los domicilios chinos, hay que encontrar una manera de poder tender la ropa sucia que lava a diario una familia media china.

Si os fijáis en la siguiente fotografía, el tendedero consiste en uno o varios tubos metálicos que salen directamente de la casa hacia el exterior prolongándose por unos 5 o 6 metros de longitud, por lo que digamos que extenderemos la ropa en el interior del domicilio y luego "sacaremos" el palo al exterior, como el que hornea una pizza en un horno de piedra:


Como puede intuirse, entre la ciudad nueva de Shanghai y la ciudad antigua hay un sinfín de contrastes entre dos economías y sociedades que, por extraño que parezca, conviven plenamente y sin problemas. Se puede comprobar sino el evidente cambio que hay entre las callejuelas repletas de tenderetes y víveres y los altos y poderosos edificios de nueva construcción en la lejanía:


Como se acercaba ya la hora de la cena y, sinceramente, la humedad y el trasiego de toda la jornada habían conseguido vaciar por completo nuestros estómagos, decidimos tirarnos por completo a la piscina y adentrarnos ahora ya sí en la gastronomía de la Shanghai más tradicional y genuina. Para ello adquirimos en uno de los múltiples puestos ambulantes estos pinchitos de carne de cerdo preparados a la brasa allí mismo.

El problema es que el vendedor nos ofreció rociarlos, mientras se cocinaban a las brasas, con una especie de polvillo rojizo que pensamos que les daría un sabor dulce o diferente, como una salsa. ¡Craso error amigos y amigas! En el mismo momento en el que nos llevamos los pinchos a la boca, con el hambre que teníamos y la buena pinta que ofrecían, nos dimos cuenta de que aquello picaba como mil demonios:


Buscamos desesperadamente dónde comprar algo que llevarnos al gaznate y que nos pudiera refrescar y aliviar el picante y, por sorprendente que parezca, no encontrábamos absolutamente nada, por lo que finalmente y ya caída por completo la noche decidimos ventilarnos nuestra primera cena en condiciones a un par de centenares de metros de nuestro hotel.

En uno de tantos pequeños y escondidos restaurantes encontramos, en el exterior, un señor limpiando una especie de cocina con gas y grandes sartenes. A su lado tenía preparada una mesa con una docena de ingredientes distribuidos en boles de colores. La idea era que tú le pedías qué ingredientes querías y él te preparaba un bol allí, al instante:


El resultado fueron unos de los tallarines más sabrosos y geniales que he comido en mi vida con carne de ternera, verduras y sésamo. Y todo ello acompañado (esta vez sí) por una deliciosa lata de cerveza china Tsingtsao:


No recuerdo muy bien el precio exacto, pero diría que nos vino a costar unos 15 o 20 RMB, lo que al cambio se traduce en unos 2,5€. Una cena completita con tallarines y cerveza por menos de 3 euros, amor incondicional al instante, que se le llama.

Y en consonancia a lo servido, lo comido. A la hora de comer este tipo de platillos da igual quién seas o cómo seas, lo suyo es pillar la bebida y la comida, apalancarte en mitad de la calle en unas escaleras o en cualquier rincón y ponerte a comer mientras pasa por delante tuyo la muchedumbre del lugar. Así fue como disfrutamos de nuestra primera cena en la gran, iluminada y moderna urbe de Shanghai:


Como era de esperar, llevábamos despiertos un buen puñado de horas, nos habíamos "comido" más de 12 horas de vuelos, aeropuertos, escalas y demás para luego, nada más llegar, ventilarnos como quien no quiere la cosa 4 parques en total (con todos los desplazamientos y transportes que ello conlleva) así que con semejante trasiego a nuestras espaldas y llegadas las 10 o las 11 de la noche, decidimos enfilar el camino hacia nuestras habitaciones para planchar la oreja durante unas cuantas horas, recuperar sueño y estar frescos para la siguiente jornada de nuestra estancia.

Todo esto transcurrió en apenas 25-30 horas de nuestra vida. De repente en Barcelona, de repente en Shanghai.

Imaginad entonces la cantidad de anécdotas y lugares que visitaremos en las siguientes entregas de esta particular ruta por los recuerdos que atesoramos de ese viaje a China. 

¿Quién dijo que no se hace turismo visitando parques?

4 comentarios:

  1. AFAPAM: Genial e interesante entrada y esperemos que saga a partir de ahora. Relatar las experiencias vividas de tus viajes fuera de lo estrictamente parqueril me parece una gran idea. Felicidades.

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    1. Me alegro que te guste, ¡era la intención! Espero poder ir cubriendo entradas de este tipo conforme recorra mundo. Saludos Afapam!

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  2. Muy, muy, muy, muy interesante.

    Del tren Maglev ví en su momento un reportaje en TV sobre él. Interesante el hecho de que pueda superar los 400 km/h, pese a que cómo inconveniente fue el elevado coste (según el reportaje, 1500 M€ por 40 km's de vía).

    También interesante la educación de los ciudadanos chinos allí, incluso en los transportes públicos. En muchos aspectos, es realmente interesante que aquí cuestionemos su conducta, pero en realidad ellos tienen mucho que enseñarnos.

    Lo de la carne de perro no entiendo la persecución que tiene aquí, pero parece que China también lo quiere esconder, no sé muy bien el por qué. Por mí parte es una experiencia pendiente el probar este tipo de carne.

    Finalmente, una pequeña aclaración acerca de tu artículo, y es que Zúrich no está en Alemania cómo dices en la entrada, si no en Suiza.

    Gran, gran entrada!!

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    1. Cierto! Lapsus mental Fran, enseguida lo cambio.

      El Maglev ciertamente es un ir boquiabierto durante los 7 u 8 minutos que dura el recorrido, no tiene nada más. Pero es eso, te plantas en la misma ciudad en menos de 10 minutos y la regularidad de paso es asombrosa. Teniendo en cuenta la cantidad de gente que viaja a Shanghai a diario, la inversión en notoriedad y practicidad es razonable. Mira sino lo que costó el Ave Madrid-Barcelona y ya existía el puente aéreo.

      Sobre la cultura y el tema de la carne, yo tengo muy claro que por mucha globalización que nos quieran colar, también es de menester que cada región conserve rasgos culturales distintivos y creo que la gastronomía es uno de ellos.

      Me alegro de que te haya gustado Fran, pronto la segunda parte ;)

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