lunes, 22 de octubre de 2012

Volare (Wiener Prater)

Si viajamos hasta el interior de las leyes y normas más básicas de la física que se aplican al mundo de las coasters y que tanto nos fascinan, encontraremos que lo más básico es que el viajero, transportado por un tren o carretilla, recorra un trazado descrito en forma de raíles experimentando cierta velocidad y ciertas fuerzas gravitacionales en todas las dimensiones posibles.

A lo largo del siglo XX se siguió esta norma hasta que a finales de los 90 varias empresas constructoras empezaron a apostar por modelos que rompieran, poco a poco, lo concebido hasta el momento respecto a estas leyes. Fue así como nacieron rides invertidas, trenes suspendidos o carretillas que hacían oscilar al viajero hasta recrear fuerzas G desconocidas. Algunos de estos inventos consiguieron recrear una ilusión que desde hace miles de años el hombre ansía: la de volar.

Hoy en Bloggercoaster hablaré de Volare, una flying coaster que ni es de B&M ni es de Vekoma, sino de uno de los constructores menos conocidos por sus ejemplos en credits y quizás menospreciado por su poco reconocimiento en este mundillo: Zamperla. Su ubicación, cómo no, el Wiener Prater.


¿Porqué no soñar con la grandeza?

A principios de este nuevo milenio hubo un atrevimiento, un reto en el mundo del diseño de las coasters que enseguida entusiasmó a varias empresas porque se abría una nueva revolución en su fabricación, diseño y concepción de cara a la industria cada vez más exigente de los parques de atracciones: las flying coasters. Prácticamente todos los fabricantes de coasters habían jugueteado con las sit down, algunos con las floorless, otros con las inverteds y otros muchos seguían los cánones tradicionales de las woodies.

La holandesa Vekoma fue la primera en lanzar el primer tiro al aire, estrenando con bastante revuelo en el año 2000 un modelo de coaster que llamó, orgullosamente, Flying Dutchman. Dicho modelo disponía al viajero en una posición casi horizontal a lo largo de un recorrido repleto de inversiones, giros y un sinfín de peraltes extremos con una concepción bastante similar a las multiloopers conocidas hasta el momento y la plena intención de comercializarse hasta la saciedad, como en las malogradas SLC. Desde entonces vendió 3 únicos proyectos y un cuarto que todavía hoy se debate entre su tipología y nombre: Stingray.

 El modelo stingray de Vekoma, todavía por explotar y apenas siendo prototipo.

Se supo enseguida que Bolliger & Mabillard, una empresa tan capaz de crear maravillas como de comprar patentes y atribuirse inventos propios, quedó totalmente sorprendida por una nueva dimensión en las sensaciones y el heartline de los trenes y que (cosas de la vida) ¡no se les había ocurrido a ellos! Se comenta que durante los casi dos años siguientes en las oficinas de Suiza no se habló de nada más que del exhaustivo proceso de diseño y producción de un modelo totalmente "nuevo" que en 2002 pudimos ver en forma de prototipo exitoso en Alton Towers: la famosa Air. Hoy, 10 años después, han conseguido vender 8 proyectos con la misma idea.

 
El espectacular concepto de B&M, aparentemente el modelo de flying coaster más exitoso hasta ahora.

Zamperla, una empresa que no había llamado nunca la atención por sus incursiones en el mundo de los credits decidió poner toda la carne en el asador y crear un modelo que permitiera experimentar las aparentemente provechosas cualidades de las flying coasters pero a un precio y tamaño asequible para parques de mediana o pequeña envergadura. Para ello contrató los servicios de la agencia de Werner Stengel (de quien hace mucho ya os hablé en el blog) y decidió luchar duro para promocionar su novedoso modelo.

Imagen de la construcción de la primera flying coaster de Zamperla en Elitch Gardens.

El primer parque en picar el anzuelo fue Elitch Gardens, que en 2002 estrenó bajo la atenta mirada de un sorprendido público americano Flying Coaster, un modelo que prometía ofrecer la ilusión de volar y recorrer varias inversiones a la vez. El modelo gustó tanto a consumidores como al parque y, de repente, Zamperla vendió 4 proyectos con su novedoso invento para 2004 y otro más en 2005. Creían tener en sus manos la gallina de los huevos de oro.

Uno de esos 4 proyectos fue el del Wiener Prater, parque que en una, dos e incluso tres entradas de este blog os he demostrado que apuesta siempre por el ingenio, la creatividad y el uso de coasters y rides de título único en el mundo. Y con este caso tampoco iban a ser menos.

 
El Prater quiso apostar por un modelo modificado, mayor y superior al resto de los construidos.

Volare es el único modelo de flying coaster de Zamperla que es custom, es decir, que no se rige por las normas de estructura y diseño básicas de las demás flying coasters de los italianos. Volare tiene un total de 438 metros de raíl a diferencia de los 391 de sus otras hermanas desperdigadas por todo el mundo. Volare mide la friolera de 21 metros de altura a diferencia de los poco más de 15 del resto de modelos de voladoras. Volare cuenta con 6 trenes a diferencia de los 7 con los que cuentan los demás proyectos y sus fuerzas G llegan a rozar las 4G positivas a diferencia del resto, que apenas superan las 3G.

El Prater se había marcado con la inauguración en 2004 de Volare otro tanto a su favor: tener la única flying coaster custom de Zamperla existente hasta el día de hoy en el mundo. Y hasta hoy nadie se ha atrevido a romper este récord...

Una pequeña y escurridiza serpiente amarilla

Con este modelo y credit hay que tener vista de lince y ser rápidos en el análisis ya que la duración del recorrido es de menos de un minuto y todo pasa a una velocidad bastante alta, por lo que como siempre hago os facilito un video (aunque esta vez no es point-of-view sino promocional de la misma Zamperla) ofrecido por Youtube y os aviso de que si queréis seguir el layout tendréis que tirar mucho de la pausa:



La estación de Volare está totalmente al descubierto, de hecho no es más que una larguísima pasarela cubierta de chapa metálica donde se nos presentan los 6 trenes dispuestos a una inclinación de unos 45º, que lo primero que hacen es llamar la atención por su extraño mecanismo de acceso y por el pequeño tamaño que ofrecen. En estos trenes debemos acceder tumbándonos sobre una superficie cubierta de extrañas protuberancias y moldes que, enseguida que nos tumbemos sobre ellas, descubriremos que están diseñadas para adaptarse al cuerpo por completo, siendo bastante cómodas.

 
Aspecto de uno de los trenes de Volare en la estación de carga y abierto, esperando pasajeros.

Desde arriba una especie de puerta con protecciones metálica se cierra sobre nosotros a modo de jaula, quedando totalmente cubiertos de hierro y protección y sintiéndonos, para qué voy a negarlo, un poco apresados. Una vez cerrada esta puerta estamos oficialmente sobre un tren de Volare y, mediante un sencillo mecanismo de conducción el tren gira sobre un eje superior hasta colocarse a unos 15 o 20º respecto a la horizontalidad de las vías. Estamos, literalmente, volando.

El tren sale lentamente de estación, recorre una pequeña recta con ruedas de transporte, toma una curva hacia la derecha y enfila otra recta de transporte que nos coloca, con un sistema controlado por ordenador, en el altísimo lift en espiral.

 

El lift de Volare no es tampoco usual. Utilizando un sistema parecido al de otras coasters como Euromir o Eurosat y basándose en el empuje y la fuerza de un motor central con dos enormes aspas, los trenes de Volare entran en el primer tramo de la espiral impulsados a una pequeña velocidad y rápidamente "chocan" contra una de las dos aspas que, girando siempre en el mismo sentido, hace subir el tren lentamente a través de la espiral, un sistema casi tan viejo como el de las antiguas norias de agua que usaron nuestros antepasados egipcios y árabes para distribuir las aguas por sus verdes campos.

 
Los viajeros van en una posición casi horizontal respecto al suelo y a varios metros de elevación.

Una vez llegados a la parte superior el tren es soltado y dejado ir por un tramo recto, una primera curvita de 90º a la izquierda con un ligero matiz de peralte y entra en una corta recta con frenos de emergencia no activados. A partir de aquí empieza nuestro infierno.

Atravesamos un pequeño drop de unos 5 metros de desnivel para alzarnos rápidamente en una enorme curva horseshoe, cerradísima y con un peralte próximo a los 70º, volvemos a descender y a adquirir velocidad para entrar de lleno en una de las dos inversiones de las que dispone la coaster: un heartline que nos hará dar una vuelta completa sobre el eje de las vías y que nos colocará muy rápidamente totalmente al revés.

 

Este heartline es muy rápido pero demoledor. Nuestro cuerpo no está apretado, por lo que entre nuestra espalda y la rejilla superior que nos "encierra" hay fácilmente 10 centímetros de espacio totalmente vacío que, cuando damos la vuelta, son ocupados por nuestra espalda (y quedamos más o menos con la panza hacia arriba) para luego volver de nuevo a la posición original. Pese a que, repito, este movimiento se hace en milésimas de segundo, al cuerpo le da tiempo de girar, caer, golpear, volver a girar, volver a caer y volver a golpear. Todo esto en apenas un par de segundos.

El eje central es el que gira, moviendo las dos aspas que empujan el tren hacia arriba.

Recuperados de este primer giro casi mortal, enfilamos una cerradísima curva peraltada donde volvemos a sufrir los infortunios de los golpes en nuestras propias carnes. Mala recepción de curva a una velocidad excesiva (el tren aquí adquiere una velocidad endiablada), curva cerradísima (creo sinceramente que las 4G se viven justo aquí) y mala recepción de recta. Tres golpes que se notan claramente en nuestro cuerpo a base de "clac, clac y clac".

 

Enfilamos una recta con MCBR y de nuevo se repite una estructura de layout similar a la vivida hasta ahora: mini drop para adquirir velocidad, curva panorámica y recepción en el segundo heartline.

Una vez salidos de esta segunda tanda de golpes encaramos la tercera parte de la coaster que nos llevará directamente hasta el final del layout. Esta tercera parte, pese a llevar sumada toda la velocidad total del credit, se torna mucho más suave y agradable que las dos anteriores.


Completamos un giro durísimo con peralte casi vertical hacia la izquierda, una recta con amplia curva panorámica descendente (casi podríamos hablar de una hélice) y un recorrido final basado en varias curvas en S con un peralte más o menos bien aplicado donde se nos realizará el photoride de la coaster.

Un vuelo final a través de la parte más baja de la coaster para finalmente elevarnos hasta una recta de brakes finales situada en la parte posterior de la estructura y de una longitud parecida a la recta que se presentaba antes del lift frontal.

 

De ahí, una curva de 90º que nos encara a la estación, inclinando de nuevo los trenes hacia su posición original a 45º y abriendo la trampilla que nos mantenía totalmente apresados a modo de sandwich en la cavidad del tren.

Algunos datos de interés...

Nombre: Volare
Parque: Wiener Prater (Austria)
Fabricante: Zamperla
Tipo: flying coaster (custom)
Edad: 8 años.
Recolocada: no.
Color: soportes rojos, vías y raíles amarillos, base en estructura metálica desmontable.
Altura máxima: 21 m.
Recorrido: 438 m.
Velocidad máxima: 50 km/h
Trenes: 6 trenes 1 fila por tren y 4 asientos por fila con sujección frontal y trasera especial.
Theming: inexistente.

Latigazos gratuitos made in Italia

Os mentiría grotescamente si os dijera que Volare me gustó. Sin duda, entraría dentro de ese indeseable grupo de coasters a las que quizás me volvería a subir en alguna ocasión especial para reirme un rato, pero poco más. El dolor y sufrimiento que se pasa por riddear una de estas no justifica el hecho de subir en más de una ocasión.


Sin embargo Volare juega una baza que, a mi parecer, ninguno de los otros dos fabricantes ha jugado hasta el día de hoy (quizás Vekoma sí en el caso de Stingray, pero de manera muy aislada): coaster espectacular visualmente, con un precio muy reducido (apenas 3,5 millones de euros por proyecto) y con un tamaño realmente compacto que facilita su instalación en prácticamente cualquier rincón. Su mantenimiento aunque no barato sí se asemeja más al de una coaster normal y no es necesario un aprendizaje excesivamente elevado del operario que la lleve ya que la selección de trenes y la entrada en el lift está totalmente automatizada por un ordenador.

Todo esto juega a favor del parque siempre, pero no a favor del viajero que ve como su cuerpo es vilmente golpeado, girado y centrifugado en numerosas ocasiones causando una desagradable sensación de desorientación e incluso de leve mareo en el cuerpo (nada más allá de tener que quedarse dos o tres segundos en la estación, de pie y pensando "ok, ¿ahora qué hago?").

 

Volare es ese extraño credit que todos los parques se pirrarían por tener en sus terrenos debido a su versatilidad como encargo sin invertir excesivamente en él, pero que si lo hicieran se arrepentirían ya que es un modelo para nada popular y generalmente rechazado tras un primer ciclo sobre sus ortopédicos trenes. Como dice el sabio refranero castellano: una y no más Santo Tomás.

Aunque quizás en un país como España, donde el concepto de trenes sujetos a un raíl superior y sobretodo el de "volar" no son demasiado conocidos y quizás en parques como Parque de Atracciones de Zaragoza, Terra Mítica o Isla Mágica se convertiría enseguida en gran protagonista de carteles y panfletos publicitarios.

 

Una coaster mala, muy mala a nivel de sensaciones y calidad, pero buena, terriblemente buena, a nivel de rentabilidad y ajuste económico y espacial para parques pequeños. El eterno pulso que, justo este año 2012 ha vuelto a ganar Zamperla, que ha vendido uno de estos proyectos a un parque chino totalmente desconocido (Yanchen Chun-Qiu Land).

*****

Hasta aquí la completa descripción de lo que viví, experimenté y comprobé en mi propio cuerpo con Volare, uno de los credits más estrambóticos y desconocidos que he probado en mi vida y, porqué no decirlo, un tipo de coaster que deseaba desde hacía años poder riddear.

Finalmente he saciado esta sed de cata coasteril no sin llevarme quizás un par de indeseados golpes corporales y la sensación de traqueteo más grande de mi vida.

¿Y vostros/as, qué opináis de Volare? ¿Os parece tan mal credit como en realidad lo es?

4 comentarios:

  1. AFAPAM: Los trenes son muy similares a los de he visto un lindo gatito de Parque Warner, la flat de Zamperla que se instaló con la ampliación de Cartoon. Y si son similares, la verdad es que son bastante incomodos.

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  2. Estéticamente acorde con el Prater, y por lo que dices creo que es mejor contemplarla desde abajo que subir y verla después con malos ojos. Aplicaría el "se mira pero no se toca"

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  3. ¡Buenísima entrada, como siempre! Aunque debo hacerle una puntuación. La primera flying coaster de la historia no la hizo ni Zamperla, ni Vekoma, ni B&M. A lo mejor lo sabes o has leído algo sobre ello, pero por si las moscas, te dejo un enlace a los foros de Capte.org donde yo lo expliqué un poco:

    http://www.capte.org/foros/viewtopic.php?f=9&t=6617&start=754

    Aunque la coaster fue un verdadero desatre, eso sí. Raro...

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  4. Un modelo en el que si hubieran diseñado mejor los 3-4 tramos dolorosos, o mejorado sustancialmente la jaula, sería un modelo mucho más vendible, unido con peculiaridades (muy al estilo del Prater) como el lift vertical giratorio.

    Curioso en SkyTrak, del cual ya se comentó hace tiempo en varios foros, que en aquella epoca los trenes tienen un mejor diseño (exceptuando las barras exteriores) y mejor pinta de comodidad que los propios de Volare...

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