viernes, 14 de noviembre de 2014

Magic Kingdom - Frontierland

¡Bienvenid@s al salvaje oeste! Bueno, más bien al salvaje pero edulcorado oeste... o mejor pensemos en que acabamos de entrar en un área del oeste más de no ser porque la mano que esculpe ahora cualquiera de los elementos del área es Disney y su enorme equipo de imagineers y que sacan a relucir elementos que nunca antes se pueden haber tratado en un área de far west (de las centenares que deben haber repartidas por todo el mundo).

Olvidad para empezar el aspecto desértico de la mayoría de áreas de esta temática. O por lo menos olvidad el trato total como desierto y centraros más en un abanico extenso de posibilidades temáticas que deriven desde los verdes bosques del norte hasta los áridos páramos de Texas. Añadid a esa extraña coctelera el hecho de que encontraremos personajes e historias de Disney (dos cucharitas de azúcar) y que nos moveremos en el tiempo hasta una fecha cercana a 1880, cuando la fiebre del oro era la comidilla de absolutamente cualquier norteamericano de pie:


Mezclar, agitar y servir en una buena jarra para acabar deleitándoos ante la originalidad y la magnificencia de un área far west bien particular. Sed bienvenid@s, como os decía a la vieja y polvorienta Frontierland.


El lejano oeste... en el "este"

Frontierland fue una apuesta sólida y muy consolidada desde mediados de los 60, cuando el planning y diseño de Magic Kingdom rondaba ya por las oficinas Disney. El razonamiento para tal entusiasmo respondía al hecho de que el público mayoritario de Florida, acostumbrado a un clima de lagos y humedad, ofrecería una curiosidad inusitada respecto a los paisajes desérticos y lejanos de la mitología de los cowboys y las expediciones mineras.

Pero pese a que ese ímpetu siempre estuvo presente, el área en sí ha evolucionado, cambiado y sido rediseñada en multitud de ocasiones, por lo que lo que hoy vemos finalmente es una evolución más o menos accidentada de lo que significó aquella primera Frontierland a principios de los 70.

Realmente la evolución desde Liberty Square hasta Frontierland está, cronológicamente hablando, muy bien llevada. Me refiero a que en Liberty Square se narran hechos históricos de una America convulsa e intensa y en Frontierland nos remontamos a la época en que la identidad y patriotismo norteamericanos eran ya una marca registrada y asentada desde hacía décadas.

Dicho esto, la estructura de gran parte del área es de mirador, es decir, a nuestra izquierda (si venimos de Liberty Square) se levantan edificios de mayor o menor tamaño que derivan en barreras naturales y visuales y a nuestra derecha encontramos un enorme río/lago cuya valla de protección es el límite natural para el visitante. Difícilmente encontraremos edificios a nuestra derecha, más allá de algún puesto de snacks o el embarcadero de algo a lo que más adelante llegaremos.

El primer edificio como tal que localizamos en el área es el Frontier Trading Post, un coqueto y bien discreto edificio de una sola planta donde encontraremos principalmente souvenirs y merchandising de dimensiones reducidas. Lo que viene siendo una tienda de recuerdos en toda regla, amenizada durante la mayoría del día por una banda de música country en el portal de acceso a la tienda y la grata compañía de algunas garzas reales (y reales, de verdad) que pululan por los tejados y porches del lugar:


Más adelante localizaremos el Country Bear Jamboree, un local dedicado en exclusiva a un simpático show en el que una serie de osos (animatronics) nos deleitarán con alegres canciones ataviados con vestidos típicos de la época en la que nos movemos por Frontierland. La ride tiene sus orígenes en un concepto que el propio Walt Disney planeó para el fallido Disney's Mineral King Ski Resort, un complejo hotelero y turístico en el que se pretendía cubrir un flanco de ocio que todavía hoy se le resiste a la compañía del ratoncito orejudo.

Avanzado mucho ya el diseño y construcción de la ride, Disney decidió que estrenaría una versión adaptada de la misma en el parque original de Anaheim y, dado el éxito que supuso su funcionamiento (todavía latente a día de hoy) se decidió incorporarla también al Frontierland de Orlando:


Como os decía, uno de los pocos edificios que encontraremos a nuestra derecha, pegado prácticamente a la orilla del río es el Westward Ho, un diminuto puesto de snacks y comida rápida donde os recomiendo encarecidamente que adquiráis, si pasáis por delante, un cubo de palomitas recién hechas. Posiblemente las mejores palomitas que haya comido jamás en un parque. Pasar por la calle y no caer hipnotizado ante el aroma a mantequilla de este característico alimento es casi imposible:


Acto seguido encontramos el que es el restaurante más grande de toda el área y uno de los más visitados en todo el parque, se trata del Pecos Bill Tall Tale Inn and Cafe, cuya fachada e interior reciben una dosis extra de mimo y cariño en la concepción del diseño propio de aquella época y consiguen un resultado realmente fotogénico:


En su interior localizaremos media docena de salones de distinta índole y medida, desde pequeños patios iluminados hasta arcadas de madera con fuentes ornamentales. Pero lo que os puedo asegurar es que en este rincón se comen unas hamburguesas con guarnición de puro y duro vicio (quizás tengáis que rascaros un pelín más el bolsillo, pero nada más allá de 5$ extra a lo que os puede costar un menú similar en cualquier otra hamburguesería comercial):


Para que os hagáis una idea del trasiego que llevaba yo el día que visité Magic Kingdom, todo el recorrido que estoy haciendo por las áreas temáticas es el que hice yo en su día, tal cual. Comí en este Pecos Bill Tall Tale Inn and Cafe a eso de las 17:00, porque algo que suele ocurrir con frecuencia cuando un parque de atracciones o temático te embelesa de tal manera, es que pierdes el hambre con el afán de poder riddear y visitar absolutamente todo.

Montaña rebosante de agua

Durante unos 300 metros hemos visto como se abrián a lado y lado edificios inspirados en aquél lejano oeste, con cierto toque distinto y una historia particular tras cada una de las fachadas. Ahora es momento de que Frontierland nos muestre su potencial como área y nos ofrezca el genial catálogo de majors de las que disfrutaremos. Preparad el chubasquero, la cámara fotográfica y el catalizador de emociones fuertes porque aquí llega el plato fuerte del área.

La primera señal de que algo cambia aquí es un monolito estilo cartoon coronado por un simpático conejo en el que se nos anuncia la genial Splash Mountain y que, como podréis observar, en su base hace las veces de parking de carritos:


Y efectivamente, se abre ante nosotros una de las muchas "montañas" del parque, quizás una de las más icónicas y a la vez de las más caras. Splash Mountain llegó a Frontierland en 1991 con una temática plenamente marcada por la película real/de animación de Song of the South, donde personajes animales interactúan en todo momento con seres humanos de carne y hueso y se mantiene una clásica visión musical de la narrativa:


Para su creación se derrumbó por completo la estación original del Walt Disney World Railroad (que pasó desde entonces por detrás de la montaña), se construyó una estación elevada nueva y se desechó por completo el proyecto de Western River Expedition, una ride acuática en barcas que debía ser la sustituta de Pirates of the Caribbean pero que finalmente dejó paso a la mítica ride acuática que podemos encontrar en Adventureland:


La estructura o viaje que realizamos en esta ride es muy amplio y yo diría que es una de las rides con más tiempo de narración (si nos basamos en todo el conjunto de colas de acceso, estación, ride en sí y salida) de todo el parque entero.

Todo empieza en un granero al que accedemos a través de uno de los laterales de la montaña y que nos introducirá de lleno en un mundo repleto de excavaciones, minas, madrigueras y rincones repletos de theming. Es el punto de no retorno, una vez atraviesas la puerta de este granero te aguarda la diversión... y el remojo:


Tras un laberíntico recorrido de accesos y pasillos varios, llegamos por fin a un patio abierto que hace las funciones de estación de carga. Y atención porque la carga es rapidísima, genialmente coordinada y en pocas palabras: espectacular. Barcas aparecen constantemente cargando y descargando, por lo que el flujo de carga es continuo (las barcas nunca paran a no ser que haya un caso necesario, la cinta siempre está en movimiento):


Una vez superamos un par de curvas donde una simpática ranita nos va introduciendo a la historia, es el momento de entrar en un queso gruyère de theming, cavernas, dioramas con animatronics, juegos ópticos y, como es logico, lifts y drops que harán que vayamos incrementando nuestro nivel de humedad por completo. Como podéis observar en esta fotografía, también nada más salir podemos recibir agua de salpicaduras laterales:


No quiero desgranar el layout ni la historia de la ride porque tiene mucha migaja y porque considero que hay que vivirla para poderla entender. Pero solo os diré que hay multitud de tramos, que es mucho más larga de lo que parece y que uno se pregunta a menudo, cuando ronda a 12 o 15 metros de altura respecto al suelo, en qué maldita posición de la montaña se encuentra en ese mismo instante ya que hay tramos en los que salimos por completo de la formación rocosa para volver a adentrarnos más tarde, en apenas unos segundos:


Aunque el protagonista indiscutible de toda la ride, como suele ocurrir en los flumes, es el final drop, en esta ocasión una rampa de 45º de inclinación y 16 metros de altura que os mojará. Y sí, lo digo sin tapujo alguno: os mojará. Avisad@s quedáis:


Como habréis podido ver en un par de instantáneas que riegan esta entrada, la "montaña" de Splash Mountain es una mole de theming bastante enorme, pero lo que resulta todavía más impresionante es el trato de los alrededores, convertidos en una mezcla de barrancos, madrigueras, raíces sobresaliendo y... obviamente, tiendas como la Briar Patch, situada justo a la salida de Splash Mountain y lugar de paso obligatorio para todos los que riddeen esta particular montaña agujereada:


Como antes mencioné, la estación del Walt Disney World Railroad la encontraremos justo detrás de la montaña, elevada a unos 8 metros de altura y cuya dirección es directamente la estación que encontramos al principio del todo, en Main Street U.S.A.

Pico, pala y carretillas

Dejamos atrás ya Splash Mountain, olvidamos las arboledas que nos acompañaban todavía en el área de Frontierland y ahora nos colocamos ya, por completo, el disfraz que muchísimos parques temáticos se han encargado de colocar a sus áreas temáticas inspiradas en el far west: el disfraz desértico.

Pese a que el paisaje sigue ofreciendo un sinfín de pinceladas verdes, lo cierto es que la paleta cromática varía drásticamente en este último rincón del recorrido, pasamos a ver todo de colores marrones, terrosos y ocres y el mayor verde con el que nos encontraremos a partir de ahora es el de los numerosos cactus que pueblan las colinas rojizas de un clásico entre clásicos, me refiero a Big Thunder Mountain:


Como sabréis los que hayáis puesto pie en París (o si no lo habéis hecho, ya os lo digo directamente) Big Thunder Mountain no se caracteriza por ofrecer una espectacular fachada repleta de gigantescos detalles, sino más bien se presenta como una discreta mina de finales del siglo XIX en pleno rendimiento y actividad. Si nos atrevemos a curiosear a través de sus pasillos (asumiendo el riesgo que finalmente comportará) nos encontraremos con pequeñas oficinas, maquinaria, compartimentos y objetos que tienen que ver directa o indirectamente con el mundo de la minería:


Lo bueno de este viaje explorador es que nos daremos cuenta de que estamos atrapados entre la espada y la pared cuando, de repente, los pasillos desciendan, las intermitentes luces de gas empiecen a fallar y nos encontremos sin escapatoria en el único medio para salir de esta improvisada exploración minera, que no podía ser de otra manera que a bordo de un genialmente decorado tren minero:


Es a partir de ese túnel de salida donde Big Thunder Mountain se abre por completo y nos muestra su lado más espectacular y desafiante. Abandonamos por un momento la oscuridad de las minas para ver que vamos a encarar altísimas colinas, desfiladeros y barrancos. Es imposible seguir el recorrido entero del tren a través de las sinuosas vías que se extienden por todo el terreno:


Aquí es donde el concepto "mountain" cobra total vida y se nos presenta en forma de hélices, curvas peraltadas, pasos estrechos, multitud de pasos por puntos de choque y algún que otro animatronic que ayudará a complementar la experiencia 100% minera de Big Thunder Mountain:


El layout no ofrece en ningún momento un drop espectacular (de hecho la máxima altura de esta coaster es de unos 15 metros, no esperéis grandes medidas), sino más bien una sucesión de pequeñas colinas, mini-drops, peraltes descendentes y ascendentes y una retahíla de guiños a las fuerzas G que, sin significar grandes esfuerzos para los que no gusten de las subidas y bajadas, sí que conformarán un layout divertidísimo e inigualable:


Es quizás la manera que tiene Vekoma, en su versión más sofisticada de proyecto (ya sabemos que Disney paga muy bien este tipo de credits) de curar su principal fallo reconocido alrededor del mundo que es el de las transiciones a peraltes calculadas prácticamente a ojo.

Hay leves, muy leves vibraciones y un par de transiciones que quizás os muevan más del asiento de lo que os esperábais, pero en general la suavidad hace acto de presencia y en general podríamos estar hablando de un credit correcto. Sin demasiadas pretensiones, pero con una escenografía totalmente envidiable:


Se me hace realmente difícil una comparativa entre esta Big Thunder Mountain y la versión parisina (pese a que disten muchísimo en concepto y desarrollo, también). Quizás dependería más bien de lo que busquéis en cada una de ellas porque creo que más bien únicamente comparten el nombre y la temática, el resto son dos mundos. La francesa es mucho más intensa, más rápida y más dinámica (a pesar de casi duplicar la longitud de la norteamericana), aunque por el contrario la versión de Orlando es mucho más divertida, irregular, creativa y tematizada.

Ambas se disfrutan mucho por igual (y probablemente ambas constituyan el mejor credit de sendos parques), pero compararlas entre ellas no es realmente tarea fácil.

Al otro lado del lago

Y aunque Splash Mountain y Big Thunder Mountain sean dos majors con una solera envidiable por parte de la gran mayoría de parques temáticos, hay un elemento de Frontierland que me robó por completo el corazón y que es de esas típicas piezas a las que uno sucumbe no por su fachada y su apariencia grotesca, sino más bien por la sencillez del concepto en sí. Me vengo a referir a la Tom Sawyer Island.

Creada como un apéndice de Frontierland, a medio camino entre los puertos coloniales de Liberty Square y las cabañas de forajidos y cowboys, la isla de Tom Sawyer es un rincón para la aventura, la imaginación y la creatividad que pocos, poquísimos parques han tenido el valor de saber gestionar en una sola ride o zona en todo lo que llevo visitado hasta ahora.

Situada en dos diminutas islas,  la Tom Sawyer Island vendría a ser una zona/área a la que únicamente podemos acceder mediante unas embarcaciones motorizadas y tematizadas en balsas que se dedican a pasar de lado a lado de la orilla del río, de un pequeño muelle a otro pequeño muelle y que salen cada 5 minutos aproximadamente:


Una vez la balsa motorizada nos deja en tierra firme, es el momento de vestirse con las mejores galas de los auténticos exploradores y conquistar la isla. Para ello se nos alienta a través de carteles escritos a mano en grandes tablones o, como en este caso, un precioso mapa ilustrado cuyas referencias deberemos memorizar para el resto de nuestra particular aventura:


La idea es que las islas esconden tras de sí una docena de rincones "singulares" donde podemos interactuar con el entorno, con su terreno, con sus pasadizos o caminos y, sobretodo, con la idea de dejar atrás las grandes rutas por senderos de decenas de metros de anchura. Aquí nos meteremos en caminitos de apenas un metro de ancho y muchas veces nos cruzaremos con otros pequeños "exploradores".

Os pongo un ejemplo. Poco después de salir del muelle de la isla nos encontramos una formación rocosa artificial en forma de entrada de mina excavada por el hombre. Junto a esta entrada localizamos un simpático cartel de madera cuyo texto, en inglés, reza:

"La misteriosa mina del viejo Scratchs. He explorado muchas viejas minas, ¡pero esta es la mejor de ellas! Extrañas cosas ocurren aquí dentro así que mantén ojo avizor y no pares para nada. Tom"

¿Qué decís... entramos? ¡Adelante!


Y en esto consiste gran parte de la isla, en adentrarnos en cuevas, pasajes, puentes y bosques para descubrir joyas temáticas tan geniales como esta mina que discurre por unos 30 o 40 metros a través del interior de la isla, desarrollándose en distintas galerías y pasillos de ricos colores terrosos:


O por ejemplo tener que cruzar estrechas pasarelas móviles de madera que flotan sobre el agua en inestables y balanceantes toneles con la única ayuda de una barandilla de cuerda:


O adentrarnos en una segunda isla mucho más grande a través de un largo e inestable puente colgante hecho totalmente de madera y cuerda:


Hasta llegar a plantarnos en el mismo interior, coquetamente decorado y tematizado, de un desafiante Fort Langhorn:


Una vez creáis haber explorado todos los pasajes y puntos de interés de la isla (molinos de viento, cabañas, toboganes, senderos empedrados, riachuelos, fuentes, balconadas, etc.) el mecanismo de vuelta al mundo mágico de Disney es tan sencillo como esperar unos minutos en el muelle por el que accedimos a la isla, montar en la balsa motorizada y regresar a la otra orilla.


Tom Sawyer Island es, en definitiva, un ejercicio magistral de tematización, de adaptación al entorno y de creación pura y dura. Algo que demuestra que no siempre deben ser las rides mecánicas y las atrevidas coasters de acero o madera las protagonistas del paisaje de un parque y que, en ocasiones, simplemente el uso de un recurso natural como es una o varias islas, tal cual, puede facilitarnos experiencias tan ricas como esta. Un ticket a la fantasía y la imaginación.

Brillo bajo la solemne oscuridad

Y como ocurre con el resto de áreas tal como lo hemos visto hasta el momento, cuando el sol cae y el negro manto de la noche empieza a cobrar protagonismo, el área de Frontierland sucumbe también al encanto que la luz tenue y bien usada puede otorgarle.

Las calles de Frontierland son en realidad durante toda la jornada un bullicio de gente, sobretodo en la parte que conecta desde Liberty Square hasta Adventureland (el último área de la cual os hablaré mañana). Es entonces cuando cobran protagonismo los puestecitos de snacks, palomitas y refrescos y también es en ese momento donde las piernas, cansadas y agotadas por el duro trasiego de toda la jornada, os pedirán más descanso y por lo tanto podréis observar con detenimiento el resplandor del entorno tematizado de Big Thunder Mountain o Splash Mountain:


De la montaña por cuyo interior discurre el flume del parque tan sólo hace falta observar la siguiente fotografía para darse cuenta del importante y predominante tono amarillento y rojizo, producto de la exposición directa en los tonos puros de tierra y roca de los que hace gala la impresionante estructura montañosa:


Y en Big Thunder Mountain sucede algo similar, aunque potenciado de una manera absolutamente genial como es el hecho de combinar los colores del reflejo amarillo y rojizo con destellos y enfoques secundarios con colores fríos como el azul o el lila, combinación que produce un contraste perfecto y que potencia mucho más las galerías y extraños elementos de theming que predominan en la escarpada mina:


Amén de que todo queda totalmente acentuado por el hecho de que cada pocos segundos vemos pasar, a lo largo de las galerías y puentes de madera, veloces trenes mineros que con su estridente ir y venir remarcan un ambiente a medio camino entre lo muerto y lo salvaje:


Vemos pues que, con el detalle de la iluminación y teniendo en cuenta la constante banda sonora country que predomina en todos los altavoces (ocultos, claro), Frontierland eleva el nivel de calidad que ya de por sí teníamos por las nubes quizás un par de palmos más en dirección hacia la excelencia y nos embauca, en los últimos minutos de vida del parque por ese día, en un manto de melancolía instantánea. No queremos irnos de este parque porque este parque lo es todo para nosotros en ese momento:


Frontierland es un área orgánica, repleta de detalles hasta niveles insospechados y que tiene en su haber el poder de poseer dos de las majors más bestias y tematizadas de todo Magic Kingdom.

Si a todo ello le sumamos un casi enfermizo trabajo de ambientación, adecuación y estudio de marketing, viales y servicios, Frontierland se suma a ese distinguido y reducido grupo de áreas temáticas perfectas, quizás renqueantes en cuanto a cantidad, pero totalmente rebosantes en cuanto a calidad.

*****

Y hasta aquí llegamos con el análisis de hoy por el cual nos hemos sumergido por completo en la historia y folklore norteamericano durante las últimas décadas del siglo XIX.

Una época en la que los caballos, la madera y el oro eran el ingrediente básico cuya espátula eran los rifles y revólveres que cada habitante sostenía entre sus manos. En Magic Kingdom, el parque puntero de Walt Disney World en Florida, cambiamos esas desafiantes armas por palomitas, cambiamos los sombreros de ala ancha por las mochilas y definitivamente lo que no cambiamos es la experiencia que tuvieron aquellos valientes y aguerridos vaqueros, en su ansia por descubrir y explorar una tierra repleta de naturaleza y aventuras.

Nos queda una última área, una nada más. Y ya tras la visita a esta podremos decir definitivamente que Magic Kingdom es un gran parque, un parcazo, con todas las de la (despiadada) ley.

3 comentarios:

  1. ¡Genial entrada, Jivo!

    Lo que más me ha sorprendido del área es la Tom Sawyer Island. Me ha recordado a la zona de Robinson Crusoe y alrededores en Disneyland Paris, que me encantó. No me importaría tirarme dos horas descubriendo cada uno de sus rincones. Magistral.

    Por otra parte, y a falta de visitar Orlando, creo que me gusta más la Big Thounder Mountain parisina, simplemente por que es más larga y por tener el recorrido en una isla. Lo que sí me gusta de la de WDW es la presencia de los géisers en la atracción (en Paris están apartados y llevan años sin funcionar).

    Finalmente, la falta de la genial Splash Mountain se compensa con Phantom Manor, aunque es cierto que con el clima de esa zona de Francia no vale la pena tener atracciones que mojen. Ambas Frontierland me parecen semejantes y muy diferentes al mismo tiempo.

    En fin, muchas gracias por analizar Frontierland, así como el resto del parque ;)

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  2. ¡Genial entrada, Jivo!

    Lo que más me ha sorprendido de todo el área ha sido la Tom Sawyer Island. Me ha recordado a la Adventure Isle de Disneyland Paris, que me encantó. De verdad, no me importaría tirarme dos horas en cada una de ellas descubriendo cada uno de sus rincones. Me parecen magistrales.

    A falta de visitar Orlando, veo que la falta de Splash Mountain en Paris se compensa con Phantom Manor y que las Big Thunder Mountain se parecen pero distan una de la otra. Me gusta que el largo recorrido esté ubicado en una isla como en la versión parisina, pero también me gusta la zona de géisers de la versión de Orlando (en Paris están apartados y llevan años sin funcionar).

    En fin, genial entrada, al igual que el resto del análisis del parque ;)

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  3. AFAPAM: Pedazo de entrada que te has marcado. Vaya analisis tan magistral de uno de los mejores parques del mundo. La verdad es que entre Splash Mountain y Phanton Manor, me quedo con la primera, pero supongo que también tendrá que ver la climatologia tan distinta entre Orlando y Paris. Una atracción de agua en Paris se disfrutaría de unos pocos meses al año.

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