miércoles, 1 de septiembre de 2010

¡Llega septiembre, llega la calma!

No es mi intención llenar el blog de entradas personales con opiniones subjetivas ni tendenciosas, pero hoy me vais a permitir una pequeña licencia de autor. Hoy quiero confesaros un pequeño gran secreto que intento cumplir durante la mayoría del año: los días que elijo para viajar a parques.

Dejamos atrás el verano, época por excelencia de vacaciones, escapadas, relax, playa y demás. Y aunque pueda parecer un poco rompe-ilusiones, os puedo asegurar que el verano, de principio a fin, para mi hace años que representa más bien poco. Cuando suele acabar el año, antes de diciembre, suelo hacer una pequeña e imprecisa predicción de hacia dónde van a ir las tornas del juego al año siguiente. Durante tres años he ido cumpliendo los viajes del Roller Coaster Team (del cual os hablaré dentro de muy poco) y éstos han tenido siempre más o menos una fecha establecida: mayo.

 
En mayo el Roller Coaster Team se pone en marcha, en fecha idónea para viajar a parques.


Pero desde hace unos años, he ido configurando más o menos el calendario para evitar 3 meses que, a mi parecer, son nefastos para poder visitar un parque a no ser que, irremediablemente, tu calendario laboral te obligue a tener vacaciones en esos meses: junio, julio y agosto.

Un attendance atronador (miles y miles de personas), una atención al cliente pésima en muchos casos (hay parques que aun tras años y años de apertura en verano no tienen claro lo que es saber llevar 20 o 30 mil personas a diario), una oferta de colas y desperfectos enorme y, en general, un ambiente demasiado borreguil y degradante. Se siente uno en un parque a pleno verano como si de un corral de ovejas hambrientas de pienso se tratara.

Me ahogan esos meses, porque encima la meteorología se empeña en apretar el termostato hasta temperaturas de locura (los clásicos 40º a la sombra) y el olor primaveral de las flores y el mar fresco se entremezcla con el inconfundible aroma del aftersun recién puesto en piel roja. En definitiva: odio el verano.

 
Hay que seleccionar a la perfección la fecha de visita, nos podemos encontrar colas enormes...

¿Cuándo suelo viajar?

Si las fechas de aperturas y calendarios lo permiten, siempre busco parques que me ofrezcan algo más que el clásico calendario de rutina hasta "temporada alta". Es curioso lo poco que cuidan a sus visitantes algunos parques, empaquetando y cuadriculando su calendario hasta el punto de llegar a ofrecer durante meses y meses la única opción de visitarles en sábados o domingos. Ese, también, es otro aspecto que suelo rechazar a la primera: los fines de semana.

Me gusta que un parque me abra sus puertas un martes. O un miércoles. O si me permites incluso un jueves. Días en los que la gente normal, el grueso de attendance agobiante y caluroso, está en sus trabajos, sus quehaceres, sus obligaciones y rutinas.

 
Los parques se disfrutan más cuando tu espacio íntimo no es invadido por la muchedumbre.

Me gusta entonces tomarme unos días libres en el trabajo, elegidos con meses de anterioridad, ahorrar un poco, invertir en felicidad y decidir entonces hacer algún viaje o escapadita que me permita visitar las entrañas de ese parque tan solidario y atento con viajeros que, como yo, no se contentan con cualquier calendario.

Me gusta llegar a un parque y poder adquirir mi entrada sin tener que rendir culto a una larga y pesada cola. Me gusta poder pasar por los tornos y saludar amable y sonriente al trabajador que, también más relajado y contento, me devuelve la sonrisa y el saludo. Adoro poder pasear horas y horas por calles y caminos no demasiado llenos. Simplemente lo justo como para notar que no estás totalmente sólo, pero lo necesario para saber que has pagado tu entrada no para compartir un metro cuadrado de tu espacio vital, sino una inolvidable estancia rodeado de gente que como tú prefiere divertirse tranquilamente.

 
Posiblemente la vista más deseada al entrar a un parque: colas completamente vacías.

Me encanta que en los restaurantes me atiendan, me pregunten, me aconsejen e, incluso, me eduquen. Que me digan qué contiene cada plato si necesito saberlo o que (aunque no sea el caso) me adviertan sobre si un plato es o no apto para vegetarianos o celíacos (por ejemplo).

Es genial poder decidir prácticamente a dedo la ride o coaster que quiero montar, poder decidir al momento porque no tendré que tener en cuenta quilométricas colas de bullicio, jóvenes granudos y agobio en general. Poder pensar mientras recorres los 20 o 30 últimos metros que te separan de montar ya tu coaster favorita, llegar, ajustarte el arnés y disfrutar. Olvidar el móvil porque no tendré que fijarme en él más que para ver la hora de marcharme o fijarme en los mapas del parque porque estoy completamente exhausto de tanto caminar y montar en absolutamente todo. Mirar el móvil y leer los mapas, ¿recordáis esta actividad los que hacéis horas de colas en verano?

En resumen...

Es así pues que me gusta viajar en los meses de temporada baja. Meses en los que quizás no vas a ver miles de rostros ilusionados, ni vas a montar en coasters chillonas y repletas de gritos. Ni probablemente encuentres muchos espectáculos que demanden una cantidad de público mínima. Pero me gusta viajar en esos meses, porque disfruto la tranquilidad a un nivel superior, disfruto del hecho de poder estar a 50 o 100 metros de una coaster y escuchar nítidamente el rugir de sus ruedas sobre el raíl. Disfruto de todo ello y, al fin y al cabo, pago por ello: por disfrutar.

Es por eso que amo septiembre. Y ¡hey!, ¿porqué no? Y marzo, abril, mayo... e incluso octubre o noviembre. Son meses geniales, la temperatura es ideal, la ropa te permite ir lo más cómodo posible y, aunque parezca una tontería, se respira un aire completamente diferente vayas al parque que vayas.

 
Si viajamos en octubre a un parque podemos encontrar ya la decoración de Halloween.

Así que pasado el verano, sólo me queda deciros que pienso disfrutar de la segunda parte más divertida del año y lo pienso compartir con tod@s vosotr@s aquí, en Bloggercoaster. Y os animo a que, si la vida os lo permite, probéis la fórmula que hoy os he comentado. Ya me diréis qué tal...

¡A disfrutar, que queda año!

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